No, no vamos a hablar de cuerpos descompuestos con hambre de cerebros, ni discurriremos si deberían correr o no, o ser capaces de razonar o no. Vamos a pasarle revista a los zombies de verdad. Sí, ¡a los de verdad! Cereeeeeebroooo…
¿Qué los zombies no existen? Claro que sí, sólo que no son exactamente como el cine nos ha hecho creer. El término zombie se le asigna a dos tipos de personas (y a un tipo de ordenador) en el mundo real: a esclavos del folklore haitiano y a personas con ciertas condiciones psiquiátricas. (Si bien la acepción correcta en nuestro idioma sería “zombi”, usaremos el término americano “zombie” por ser más utilizado)
El zombie original era aquel muerto que era resucitado con polvos extraños por un hechicero vudú. El folklore nos cuenta que estos muertos vivos quedaban sometidos a la voluntad del hechicero que les devolvía la vida y que no eran muy brillantes. Es que las células de su cerebro no contaban con oxígeno (de ahí a que Hollywood haya saltado rápidamente a la conclusión de que era sólo natural que un zombie quisiera comer cerebros).
Claro que no hubo jamás una prueba que pudiera dar validez a esto, más allá de la obvia imposibilidad de devolver a una persona a la vida. Sin embargo, para 1937, el rumor era que los zombies no eran realmente muertos vivos, sino personas sometidas a ciertas drogas que les privaban de su libre albedrío. Wade Davis, un etnobotánico de Canadá, estudió los rumores de los zombies en 1982, y escribió dos libros (“La Serpiente y el Arco iris” y “Pasaje de Oscuridad: La Etnobiología del Zombie Haitiano”) en los que explicaba que la leyenda de los zombies podía ser real a través del uso de dos sustancias: una que simulara la muerte de una persona y otra que le privara de su voluntad.
El Pez globo – o puercoespín de mar – produce un veneno conocido como tetrodotoxina o tetrogodina. Este veneno es una potente neurotoxina que provoca la disminución de los signos vitales de una persona, interfiriendo en su conductividad neuromuscular. Dependiendo de la dosis ingerida, la tetrodotoxina puede producir parestesia, parálisis general o la muerte. Se cree que ésta sería la sustancia que se utilizaba para simular la muerte de un haitiano, mientras que se utilizaría una sustancia psicoactiva para disminuir su voluntad. A pesar de que ya en términos químicos y racionales esto podría ser posible, no existe ninguna evidencia científica de que ninguna persona haya sido zombificada.
Dejando la muerte y la vida de lado, queda la cuestión de la voluntad humana y el uso del término zombie para referirse a aquel que no tiene una conciencia desarrollada. Más allá de que varios de nosotros podríamos ser llamados zombies en la mañana antes del café, la filosofía ha acuñado el término P-Zombie (zombie filosófico). Un p-zombie sería un cuerpo humano sin conciencia que se comporta como si fuera un cuerpo con conciencia. ¿Suena algo retorcido verdad? ¿Cómo es posible comprobar que una persona que se comporta como un ser humano con conciencia no tiene conciencia?
El filósofo Daniel Dennett está de nuestro lado, y habla por nosotros al decir que la noción es contradictoria. Los filósofos que defienden la existencia de los p-zombies dicen que una criatura de este tipo sería distinguible de una persona aunque no pudiera diferenciarse de una persona conciente. ¡Ajá! Ehmm… pues no, nosotros tampoco lo entendemos aún. Según el filósofo David J. Chalmers un p-zombie es distinguible de una persona porque está estipulado que no tiene conciencia aunque no pueda diferenciarse de una persona conciente. ¡Excelente! ¿Y quién lo estipula? La filosofía es una ciencia verdaderamente interesante, pero es sabido que no puede resumirse con facilidad en una expresión de fácil comprensión.
Las cuestiones religiosas o éticas involucradas en los métodos de determinación de la conciencia son demasiado amplias, y tal vez ambiguas, dependiendo de las creencias de cada uno, para poder resumirse en una nota y expresar una conclusión satisfactoria. La única manera en que podríamos estar de acuerdo con la existencia de un p-zombie sería en el caso de un cyborg creado a imagen y semejanza del hombre, con una programación básica de comportamientos humanos, pero privado en su construcción de una capacidad conciente (y aún nos quedan algunas concepciones de conciencia en el tintero). Pero no creemos que los filósofos se refieran a esto cuando defienden a los zombies filosóficos.
Mientras filósofos y haitianos se pelean sobre la existencia o no de zombies, por las dudas, estate preparado: un bate de béisbol, tablas con un clavo en el extremo o discos de vinilo que no sean de su gusto, siempre son buenas armas.