Los ojitos tristes y la mirada perdida a la hora de ponerse a jugar no son característicos de Emma. Ya no más. Desde que sus padres y un equipo médico pusieron en marcha un procedimiento de reconstrucción de la movilidad a través de asistencia ortopédica con un exoesqueleto robótico llamado WREX, Emma, una niña de 2 años, dejó de lado su condición de paciente de artrogriposis y ahora pudo mover los brazos para jugar y para volver a abrazar a su mamá. Todo gracias a impresoras 3D y a la excelente combinación entre tecnología y recursos humanos. Aquí te contamos el resto de la historia.
Rompiendo algunas barreras autoimpuestas por el desarrollo tecnológico supeditado dócilmente a los designios de la economía, la impresión 3D está ayudando a trasvasar fronteras en la búsqueda del hombre para resolver algunos de sus mayores desafíos en la sociedad, la ciencia y la salud. Algunas impresoras 3D están tomando la posta y construyendo diseños que están tomando relevancia a nivel mundial en tanto utilidades para la vida cotidiana y también para el mejoramiento de la ingeniería, la ciencia y también la forma en la que la medicina encuentra formas ortopédicas de resolver problemas en pacientes. En este caso, la impresora estrella es la Stratasys, cuyos fabricantes aprovecharon este mes de agosto para compartir con el mundo diferentes testimonios sobre cómo está siendo utilizada la tecnología de su impresora. Es así que damos con la historia de Emma. Una niña de ahora 4 años que, mientras escribimos este artículo, imaginamos jugando o abrazando a su mamá como nunca lo había podido hacer.
En el video que ha lanzado Stratasys podemos ver y escuchar la historia de Emma y su madre Megan Lavelle junto al exoesqueleto que hace ya dos años le ha cambiado la vida a la niña. Emma nación con una condición bastante extraña llamada artrogriposis multiple congenital (AMC, por su siglas en ingles). La AMC es una condición no progresiva que causa uniones articulares rígidas y músculas subdesarrollados. Esto genera una movilidad muy reducida, y en el caso de Emma, esta era tan grave que la niña apenas podía mover sus pulgares, y no podía hacer movimientos más complejos como lo significante de un abrazo a su madre o jugar.
Cuando las dos se toparon con el grupo de trabajo de la Universidad de Filadelfia y les diseñaron un exoesqueleto con la Stratasy, supieron que el cambio de vida estaba cerca. Usando la impresora 3D, el investigador Alfred I. duPont del hospital de niños de Filadelfia le creó a la niña lo que ella llama, de ahora en más, sus “brazos mágicos”, un exoesqueleto robótico hecho en ABS nombrado WREX, que le permite mover sus brazos con una gran capacidad de movilidad en relación a su estado anterior.
Gracias a la flexibilidad de la impresión 3D y lo relativamente económica de su construcción, los médicos lograron con WREX un modelo ortopédico que puede ir desarrollándose y progresando junto a la niña, que ya lo usa no sólo dentro del taller del laboratorio sino también en su casa y en su vida diaria. Lo mejor de todo, es que esta tecnología está disponible y será el de Emma un caso ejemplo al que imitar, tanto para estas condiciones como para otras de similares trastornos físicos y psicológicos. Mientras tanto, Emma agradece a doctores, científicos y papis con unos abrazos bien merecidos.