Las medidas para frenar la piratería por parte de la industria alcanzan cotas realmente desesperadas. Lo último consiste en reclutar estudiantes que tienen conocimientos sobre informática para sembrar la Red de archivos protegidos, recopilar información de las páginas sospechosas y tentar a los usuarios para ver si pican. Estos soplones profesionales cobrarán un sueldo anual bastante oneroso por ejercer de Judas cibernéticos.
La guerra contra los usuarios de Internet que descargan archivos con derechos de autor se está volviendo realmente encarnizada. La industria lo ha intentado todo, desde presionar a los gobiernos para que impongan medidas rozando lo ilegal hasta diseñar todo tipo de estrategias más o menos imaginativas para frenar las descargas de Internet. En un alarde de contumacia inagotable, Warner Bros se ha superado y ha decidido atacar a los internautas a través de sus propios compañeros.
Ni cortos ni perezosos, los responsables de la productora han lanzado una oferta laboral para contratar estudiantes que posean conocimientos en redes P2P para que registren cuentas en sitios bittorrent, compren películas y las compartan con el resto de la comunidad internauta. Así, esta nueva categoría de soplones cibernéticos podrán espiar el trasiego de archivos y dar luego información a la empresa que les paga sobre el destino de estos contenidos protegidos. Una vez realizada esta tarea de recopilación de infractores, luego sería la empresa la que tomaría la decisión de demandarlos y meterlos en la cárcel. Realmente sucia la estratagema inventada por la Warner para intentar acabar con la piratería digital.
Y los cifras de “negocio” no son nada despreciables. Con un sueldo anual de 17.500 libras, la compañía espera contratar una legión de soplones que preferiblemente sepan programar en Java, JSP, PHP, Perl o Python. El inicio de las hostilidades comenzará en Julio del 2010, en la ciudad de Londres, que va a tener el discutible privilegio de convertirse en la primera del mundo en disponer de un ejército de chivatos digitales dispuestos a vender su alma por 19.500 euros anuales.