¿Qué sucedería en nuestro cuerpo y en nuestra mente si elimináramos toda referencia al paso del tiempo? Anular los relojes, el sol, el contacto con otras personas… Nada que nos recuerde ese concepto abstracto inventado por el hombre que se llama “tiempo”… Hoy haremos un repaso por quienes lo han intentado y han salido airosos (o no tanto) de semejante experiencia. ¡Y los dejo porque se me hace tarde!
Es el año 1961. Michael Siffre, espeleólogo francés, y su grupo, descubren un glaciar subterráneo en los Alpes. Michael decide preparar una expedición geológica para pasar 15 días bajo tierra realizando estudios. Pero no le parece suficiente. Decide entonces extender la estadía dentro de la tierra a dos meses. Sin embargo, sigue pareciéndole poco.. ¿Por qué no aprovechar ese tiempo dentro de la tierra para hacer estudios adicionales? ¿Y por qué no pasarlos sin compañía ni referencia alguna? Finalmente, todo se transformó en un estudio de los ritmos circadianos del cuerpo humano. Ya habíamos hablado en TBONTB acerca de que tenemos un reloj interno que es afectado por los factores externos.
En palabras de Siffre: “Decidí vivirlos como un animal, sin reloj, sin saber cuándo era de día o de noche. Inventé un protocolo sencillo: un equipo de trabajo se quedó en la entrada de la caverna y yo, a través de un sistema telefónico, los iba llamando justo antes de ir a dormir, cada vez que me despertaba y cada vez que comía“. ¿Qué sucedería con el sentido del tiempo de Michael? Sin saberlo, estaba sentando las bases de la cronobiología. Alguna vez había hecho referencia acerca de esto el Sr. Ferzzola en uno de sus grandiosos posts de los links recomendados.
¿Qué sucedió? Hubo una gran perturbación en el sentido del tiempo. De hecho, cuando el equipo del exterior descendió a la caverna después de la estadía de dos meses, Micheal pensó que aún faltaban 24 días para que terminara el experimento. Para él, el tiempo había pasado casi a la mitad de la velocidad:
“Otro de los tests que hice fue que, cada vez que llamaba a la superficie, contaba de 1 a 120, dos minutos, a razón de un número por segundo“. ¿Qué tan lejos llegaría la distorsión temporal, si la hubiera? Pues bien, a medida que el tiempo transcurría, Michael llegó a contar hasta 120 en cinco minutos. Psicológicamente, 2 minutos reales eran, para Michael, más del doble.
Transformándonos en animales
La ausencia de luz solar, así como de cualquier referencia útil para percibir el paso del tiempo, tuvo un efecto dramático no solo en la percepción temporal, sino en los procesos de recuerdos: “Mi memoria dejó de capturar el sentido del tiempo. Salvo por el momento de acostarme y levantarme, nada cambiaba. De a poco, dejé de capturar recuerdos, todo comenzó a ser lo mismo.”
Lo cierto es que el reloj interno del cuerpo no funciona a la misma velocidad que el tiempo exterior, sino que se sincroniza a las 24 horas del día debido al entrainment (“atrapamiento”): dos entidades con una frecuencia de oscilación similar, al acercarse, terminan sincronizándose.
No contento con ese estudio, Siffré fue por más: volvió a repetir su experimento en el año 1971, esta vez en Texas, esponsoreado por la NASA, por un total de seis meses, con electrodos conectados a su cuerpo, midiendo sus funciones biológicas.
Esta vez la cuestión fue más compleja, y parece extraída de una novela: a partir del día 79, su salud psíquica comenzó a quebrarse. El reproductor de discos que lo acompañaba se rompió, sus libros y equipos electrónicos se mojaron y empezó a desarrollar tendencias suicidas. Buscó compañía en un ratón que solía pasar por allí en busca de comida pero, al intentar capturarlo con una olla para hacerlo su mascota, accidentalmente lo aplastó. En sus notas puede leerse ese preciso momento “la desolación me supera“. Como si eso fuese poco, una tormenta eléctrica en la superficie comenzó a enviar descargas eléctricas a través del sustrato que impactaron en los electrodos en su cabeza. Su estado depresivo era tal que solo después de la tercera descarga decidió quitarse los conectores de la cabeza.
Siffre encontrándose con Montalbini en las cuevas italianas. (Está en italiano, pero es más para ver las imágenes que otra cosa). Y Siffre no fue el único que llevó a cabo estas experiencias. Otro de los más conocidos fue un italiano, Mauricio Montalbini, quien repitió la experiencia varias veces, y llegó a pasar un año dentro de unas cuevas en Italia. En esa ocasión creyó que habían pasado solo seis meses. Stefania Follini, otra italiana, también fue esponsoreada por la NASA y llegó a pasar más de cuatro meses baja tierra, donde la falta de referencia temporal hizo que su ciclo menstrual se detuviera. En la mayoría de los casos, los ciclos de sueño-vigilia se alargaron hasta 48 horas, duplicando el ciclo normal. Algunos no tuvieron tanta suerte, tanto es así que hasta se han registrado suicidios de algunos “viajeros extratemporales”, tiempo después de abandonar las cuevas.
¿Y tú que piensas? ¿Te alistarías para una experiencia similar?
¡Hasta el próximo To Bit!