«The Lawnmower Man» debutó en el año 1992, y más allá de los conflictos legales o su pobre recepción, esa película fue una de las tantas razones que llevó al público a expresar un renovado interés por la realidad virtual en los ’90. Muchas compañías apostaron de lleno a este potencial mercado con diferentes desarrollos y prototipos, y entre los más interesantes estaban los I-Glasses de Virtual IO, lanzados en 1995. Visión estereoscópica, rastreo de movimiento y la posibilidad de conectar casi cualquier cosa con una salida de vídeo le dieron cierto atractivo… al principio.
Faltan pocas semanas para que Half-Life: Alyx haga acto de presencia en Steam. Además de servir como punto intermedio en la famosa franquicia de Gordon Freeman y compañía, el juego es sin lugar a dudas una de las apuestas más grandes en favor de la realidad virtual hasta la fecha. A pesar de los notables avances en hardware, la realidad virtual sufre de un serio déficit a nivel software. El objetivo es que «Alyx» se transforme en la «killer app» de los cascos virtuales, pero si no lo logra, bueno…
Dicho eso, hubo una época más humilde y primitiva para la realidad virtual, en la que el hardware dejaba mucho que desear, o arrastraba precios imposibles de pagar para el usuario promedio. Sin embargo, en 1995 llegaron los I-Glasses de Virtual IO, prometiendo una solución más equilibrada e integral de lo que se había visto…
Basados en dos pantallas con una resolución de 640 x 480 píxeles en cada ojo (otras fuentes reportan 320 x 200), los I-Glasses podían reproducir entornos virtuales y rastrear movimiento en tres ejes cuando estaban conectados a un ordenador compatible, o funcionar como «head-up display» usando su entrada de vídeo compuesta, creando una «pantalla virtual» equivalente a 80 pulgadas.
El vídeo promocional nos enseña algunas demos, y varios juegos compatibles. Los dolores de cabeza, las náuseas y los mareos eran frecuentes al usar los I-Glasses, y como si eso fuera poco, había detalles muy negativos sobre la calidad de su construcción. Los cables combinados con las cajas de conexión y la fuente de alimentación eran una pesadilla, y algunos usuarios reportaron fallas catastróficas en los puertos después de utilizar al casco por un par de semanas. Otras variantes parecen haber corregido ese punto débil, pero está claro que no fue suficiente.
El golpe de gracia lo dio su precio. La poca publicidad disponible sobre los I-Glasses indica que la edición completa con rastreo de movimiento costaba 799 dólares (1.350 dólares ajustados por inflación), o 599 dólares por la versión limitada a vídeo, una fortuna desde cualquier punto de vista.
Fuente: Stanford Graphics Lab