Muchos procesos de la mecánica cuántica se escapan del conocimiento de los que –como yo- no somos expertos, pero también de la experimentación visual directa de quienes los impulsan en pos de investigar sus propiedades y misterios. El entrelazamiento cuántico es uno de estos, y desde Einstein hasta ahora se lo ha tratado con diferentes resultados y muchas frustraciones al no poder observarlo directamente a niveles macroscópicos. Por supuesto, la noticias es que ahora sí lo han logrado al vincular dos diamantes por entrelazamiento cuántico, lo que, de desarrollarse, engendraría un marco de posibilidades muy grandes para la computación cuántica y otras tecnologías.
Cuando hablamos de entrelazamiento cuántico, hay que remitirse sin demora alguna a lo que es denominado como Paradoja EPR. Con este nombre, el físico austro-irlandés Erwin Schrödinger, bautizó a lo que hasta ese momento era un teoría que era descubierta, pero a la vez resistida por la triada Einstein, Podolsky y Rosen (de ahí la sigla), que hablaba sobre una capacidad de influencia sistemática entre partículas ante la modificación de una partícula individual que estuviera entrelazada a ellas. Es decir, una correlación entre las dos partículas que no tiene contrapartida en el mundo de nuestras experiencias cotidianas.
Einstein y colegas habían apodado como acción fantasmal a distancia a este proceso en el cual dos objetos están conectados a nivel cuántico de tal forma que incluso con una separación de años luz, la acción en uno incide o repercute en el otro. Luego de muchos años de investigación, críticas, pruebas (ver Desigualdades de Bell) y siempre reservado a escalas microscópicas, esta vez han vinculado dos diamantes por entrelazamiento cuántico. Y lo han podido observar.
El experimento que se ha llevado a cabo contó de un ámbito de experimentación a temperatura ambiente en donde los fonones (una cuasipartícula propia de las redes atómicas de los sólidos y su vibración) de dos diamantes de tamaño macroscópico (3 mm) fueron observados mientras que las piezas permanecían separadas a una distancia de 15 centímetros. Con esto preparado, el próximo paso lo protagonizó un dispositivo láser de alta velocidad que hizo vibrar simultáneamente a los diamantes generando reacciones enérgicas sobre el mismo y produciendo diferentes frecuencias de color según la absorción de energía que se lograba.
En una segunda medición, dieron cuenta de que uno de los dos detectores no fue activado nunca por el láser, por lo que los dos diamantes estaban entrelazados como una entidad única. El entrelazamiento cuántico duró apenas 7.1 pico segundos, y según los investigadores, su calidad fue de un 98%. El motivo de que este experimento se haya podido realizar sin la necesidad de la cuasi criogenización de los objetos se debe justamente a los diamantes, pues en estos los fotones oscilan a temperaturas altas.
La importancia del descubrimiento logrado con este entrelazamiento cuántico de dos diamantes radica básicamente en que hasta ahora todo lo que se venía suponiendo sobre este tipo de fenómenos, siempre se entendía a escala microscópica y alejada por lo tanto de una observación directa más detallada. Con esta demostración recién lograda, uno de los responsables del proyecto se pronunció optimista sobre los nuevos pasos, pues mencionó que “creo que es un paso importante hacia una nueva forma de pensar los fenómenos cuánticos” y que habiendo observado este fenómeno en condiciones ambientales conocidas, a temperatura de ambiente y con un margen macroscópico tan importante y resulta prometedor para ciencia en general, pero también es un guiño mayúsculo hacia una posible frontera más cercana hacia la computación cuántica.