La NASA busca estimular el interés del público por los vuelos espaciales tripulados. Una vez que hayamos regresado a la Luna y visitado Marte, querremos ir más allá. Llegar a una estrella vecina demoraría siglos (o milenos), así que la agencia necesita astronautas que partan sabiendo que jamás van a regresar a la Tierra. Aunque parezca increíble, ya hay voluntarios que se apuntan en un viaje como ese.
Llegar a la Luna costó unos 1400 millones de dólares de la época. Hoy día, crisis económica mundial mediante, resulta muy complicado conseguir una cantidad de dinero similar. Pero la carrera espacial estadounidense ha tenido otro costo, mucha veces olvidado, que son nada más ni nada menos que la vida de 17 astronautas. Tres murieron en un incendio durante las primeras etapas de pruebas en el programa Apolo, y otros 14 murieron en las explosiones de los transbordadores espaciales Challenger y Columbia. Sin embargo, y a pesar de las numerosas misiones puestas a punto por la NASA, ningún astronauta de esa agencia ha sufrido la lenta muerte por inanición o congelación del oxígeno de una nave espacial perdida más allá de la órbita de la Tierra. Pero ya están trabajando en ello.
Con la tecnología actual, cualquier viaje espacial cuyo destino se encuentre fuera del Sistema Solar es, en términos de la duración de la vida humana, un viaje de ida. La velocidad de nuestras naves espaciales es, por decirlo diplomáticamente, ridícula para cubrir semejantes distancias. La estrella más cercana a la Tierra (además del Sol) es Próxima Centauri, una enana roja de magnitud once situada en la constelación de Centaurus y perteneciente al sistema Alfa Centauri. La luz, viajando a 300.000 kilómetros por segundo, demora 4,22 años en recorrer esa distancia. Dada su proximidad, uno podría pensar que se trata del destino más lógico para el primer viaje interestelar, pero lamentablemente lo que sabemos de ella la convierten en una mala elección. Así y todo, suponiendo que construimos una nave espacial que se desplace a 40 km/s (casi 4 veces más que los 11 km/s del Apolo 10) el hombre tardaría en llegar allí aproximadamente unos 32.000 años.
La duración de estos viajes es excluyente para la vida humana y necesitamos naves capaces de viajar, como mínimo, a 1000 km/s. Estamos lejos de lograr semejante velocidad pero, incluso viajando a 1000 km/s, tardaríamos 1200 años solo para llegar a la estrella más cercana. La próxima generación de astronautas realizará viajes que durarán más que sus vidas, por lo que partirán de la Tierra sabiendo que ya nunca podrán regresar. La pregunta es ¿hay voluntarios para encarar una aventura como ésta? Sorprendentemente, la respuesta es un rotundo “sí”. La perspectiva de pasar años en una nave espacial no disuade a las personas de realizar un viaje interestelar. “No tenemos escasez de voluntarios,” dijo John Olson, director de la NASA a cargo de los programas de exploración espacial. “Realmente, no hay diferencia con el espíritu pionero que muchos demostraron a lo largo de la historia, como aquellos que decidieron iniciar un viaje al otro lado del océano, o viajar hacia el oeste a través de los Estados Unidos, sin saber si iban a regresar”.
Si Olson no se equivoca, luego de que los seres humanos lleguemos a Marte, en algún momento cerca a la mitad de este siglo, nos pondremos a trabajar en la planificación de una misión capaz de llevarnos a las estrellas. “No vamos de vuelta a La luna por las banderas o las huellas”, dice Olson. “Vamos a usar la Luna como un peldaño en el camino a Marte, y después que visitemos otros puntos de interés, como los asteroides y objetos cercanos a la Tierra y viajaremos a esos emocionantes lugares que están mas allá del sistema solar.”
Es posible que haga falta algo más que entusiasmo para cumplir con las profecías de Olson. Quizás, y a pesar de lo romántica que pueda parecer la idea, no tenga mucho sentido partir en un viaje de cientos o miles de años de duración para que, cuando tus tataranietos lleguen a destino, se encuentren con un comité de bienvenida formado por los terrestres que partieron 300 o 400 años después que tu nave, a bordo de un cacharro de última tecnología capaz de viajar 100 veces más rápido. Probablemente sea más sensato esperar a tener una nave acorde a lo que significa un viaje de esa magnitud, y no hacer locuras. Pero, como lo demuestra el hecho de que ya haya voluntarios anotados para hacer algo así, parece que la locura es parte de la naturaleza humana, y poco podremos hacer para evitarla.