Si crees que el Segway es el mejor vehículo que el dinero puede comprar, es porque no has visto lo que puede hacer por ti el Vertipod. Por solo U$S 10.000 puedes comprar tu propio helicóptero personal, y olvidarte de los embotellamientos de tránsito.
Cuando el Segway salió a la venta, se produjo una pequeña revolución. Nunca antes un vehículo sobre dos ruedas había generado tanta expectativa. Si bien no llegó a ser un gran éxito de ventas, toda una legión de usuarios defienden las ventajas del pequeño vehículo urbano.
Pero el Segway no puede volar. Si pudiera, se llamaría Vertipod. Efectivamente, el Vertipod es un vehículo con espacio para un pasajero, que se dirige mediante desplazamientos del centro de gravedad de su conductor. El Vertipod se parece un poco a un helicóptero de pasajeros puesto patas arriba. Su propulsor se encuentra en la parte inferior y el piloto se ubica (de pie) en una plataforma construida en torno a él, que le proporciona puntos de apoyo y soporte para los controles a la altura de su cintura.
Los “músculos” que impulsan este singular vehículo hay que buscarlos en su motor de 440 centímetros cúbicos, que funciona con gasolina o etanol. A pesar de su reducido tamaño y peso, este motor puede elevar al Vertipod y su pasajero a una altura de entre 1.50 y 4.50 metros, y desplazarse a una velocidad de más de 60 kilómetros por hora.
La compañía que ha desarrollado esta pequeña maravilla se llama Air Buoyant y su CEO, Pete Bitar, llama al Vertipod “el Segway del cielo”. Y no es una mala analogía. Bitar vende el Vertipod en forma de un kit que puedes montar en un fin de semana, por solo U$S 10.000. "Realmente vuela, no es solo un aerodeslizador que aprovecha el efecto suelo. Podría tener aplicaciones para hacer cumplir la ley, especialmente en patrullas fronteriza, pero también estará disponible para el mercado de consumo", dice Bitar.