1958. La Guerra Fría tuvo momentos de muy alta tensión durante ese año, pero afortunadamente para todos, el intercambio cultural entre ambas potencias jamás se interrumpió. En un intento por demostrar al mundo entero la superioridad de sus artistas, la Unión Soviética organizó el Concurso Internacional Chaikovski. Sin embargo, en aquella primera edición sucedió algo muy especial: Un joven y extraordinario pianista estadounidense llamado Van Cliburn se quedó con el primer premio, conquistando así los oídos y los corazones de dos naciones.
La Unión Soviética comenzó el año 1958 celebrando sus impresionantes logros en la nueva Carrera Espacial, y tomando completamente por sorpresa a su oponente ideológico. Sin embargo, eso no era suficiente. La victoria debía extenderse más allá de lo tecnológico, y alcanzar también lo cultural.
Si bien el «Acuerdo Lacy-Zarubin» habilitó el intercambio artístico, educativo y científico entre ambos países, la Unión Soviética decidió avanzar sobre aspectos más específicos con la organización del Concurso Internacional Chaikovski, el cual estaba dividido en dos categorías muy complejas: Violín y piano.
Por el lado del violín, el primer premio quedó efectivamente en manos del kievita Valery Klimov, pero todos los planes oficiales bajo el piano volaron por los aires debido a un hombre: Van Cliburn.
Van Cliburn en el Concurso Internacional Chaikovski
Con apenas 23 años, Cliburn ya era un virtuoso por mérito propio, habiendo ganando la Competencia Leventritt cuatro años antes. Sin embargo, una vez que llegó a la final, era obvio que él se había enamorado de Rusia, y Rusia se había enamorado de él.
Su ejecución del «Concierto para piano n.º 1» de Chaikovski y el «Concierto para piano n.º 3» de Rajmáninov del 13 de abril provocaron una ovación que se extendió por más de ocho minutos.
El público ya se había expresado, pero los jueces del concurso se encontraron entre la espada y la pared, y debieron pedir permiso al mismísimo Nikita Jrushchov para reconocer su victoria. El líder soviético preguntó «¿Es el mejor?», y ante la respuesta afirmativa de los jueces, sentenció: «¡Entonces denle el premio!»
La revista Time lo colocó en su tapa del mes de mayo con el título «El texano que conquistó Rusia». La prensa internacional lo llamó «El Sputnik estadounidense». Van Cliburn dejó a sus miles de fans rusos y regresó a los Estados Unidos, donde fue recibido como un héroe nacional.
La RCA le preparó un contrato exclusivo, y su primera grabación, obviamente el «Concierto para piano n.º 1» de Chaikovski, se convirtió en el disco de música clásica más vendido de la historia, permaneciendo así por una década.
Cuatro años más tarde, su nombre terminó en una competencia internacional de alto nivel organizada en los Estados Unidos, que en su cuarta edición tuvo como ganador por primera vez a un pianista soviético, Vladimir Viardo. Cliburn nos dejó en febrero de 2013 a los 78 años tras perder su batalla con el cáncer, pero su historia y su legado residirán para siempre en el exigente mundo de la música clásica.