En el pasado hemos visto muchos cargadores y baterías de emergencia para mantener activos a nuestros dispositivos móviles, pero es algo bastante común olvidar que generamos mucha energía con nuestro propio movimiento durante el día. Un desarrollo del Instituto de Tecnología de Georgia busca hacer uso de esa energía y recargar gadgets a través de una mochila con un nanogenerador triboeléctrico basado en aluminio y cobre.
Litio, cadmio, celdas de combustible, módulos Peltier, pilas alcalinas comunes… todo es válido a la hora de lograr que nuestros dispositivos móviles sigan recibiendo su esencia vital. A esto se suman soluciones profesionales, proyectos caseros, modificaciones, expansiones oficiales, y otras que no lo son tanto. Quienes logran mantenerse a cierta distancia de los smartphones y las tablets tal vez visualicen a esta necesidad constante como una nueva obsesión, pero la verdad de fondo permanece intacta: No es suficiente. Algunos smartphones han encontrado la manera de quebrar la barrera de los dos dígitos en su autonomía, sin embargo, la alerta de batería baja puede ser más que fastidiosa en determinados momentos. Un importante grupo de usuarios cree en la llamada “recarga oportunista”, o sea, conectar el dispositivo móvil apenas exista una chance, sin importar el nivel de carga. El problema de la recarga oportunista es que en general no ofrece alternativas portátiles… ¿pero que pasaría si lo hiciera?
En el Instituto de Tecnología de Georgia están trabajando en un proyecto que hace uso del efecto triboeléctrico, bajo el cual encontramos a nada menos que la estática. Este nanogenerador triboeléctrico es instalado en una mochila, y cada vez que la llevamos en la espalda (o por qué no en la mano), una serie de tarjetas compuestas por una capa de aluminio con nanoporos y otra de cobre con nanocables, entra en contacto, generando una carga. Un grupo de resortes permite que las tarjetas regresen a su posición original, repitiendo el proceso con cada paso que damos. El prototipo basado en una mochila de dos kilogramos generó un vatio de potencia en una simple caminata, algo que podemos interpretar como cinco voltios a 200 miliamperios. Los números son demasiado bajos como para recargar a un smartphone, pero todo es cuestión de tiempo y diseños más elaborados. La eficiencia de este sistema es del 50 por ciento, muy por encima de las alternativas piezoeléctricas que se aplican en estos casos, un detalle que ciertamente justifica continuar con la investigación.
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