El competidor se acerca a este laberinto que a simple vista parece una pesadilla. Coloca su pequeño robot al comienzo, y en cuestión de pocos segundos, el pequeño ratón artificial sale disparado por los pasillos, alcanzando el centro del laberinto con una velocidad escalofriante. Los presentes expresan su aprobación con gritos y aplausos, mientras que los competidores buscan la forma de hacer lo mismo, pero aún más rápido. Esto es parte de los llamados eventos de “microratones”, los cuales se han estado llevando a cabo desde hace décadas. Estos eventos tienen una importante presencia en Occidente, pero si te interesa ver en acción a verdaderas leyendas, deberás mirar hacia el este de Asia.
Por alguna razón, cuando pensamos en robots compitiendo, automáticamente imaginamos que terminarán haciéndose pedazos entre sí. Más allá de los programas de televisión que han entregado una sobredosis de destrucción robótica, de las exploraciones de Hollywood sobre el tema (léase “Real Steel”) y de los torneos de alto nivel que existen en Oriente, lo cierto es que los robots no sólo pueden participar en concursos de fuerza, sino también de destreza. Un ratón en un laberinto es una imagen recurrente por muchas razones, sin embargo, los eventos de microratones (Micromouse) llevan esto al extremo. Los ratones robóticos son los gladiadores, y el laberinto, la arena.
Cuando vemos a estos ratones robóticos en acción transmiten la impresión de que se trata de algo sencillo, pero no podríamos estar más equivocados. En primer lugar, los eventos de microratones poseen reglas muy estrictas tanto para los competidores como para la organización en sí. En el caso del All Japan Micromouse Contest, las reglas especifican hasta el espesor de las paredes del laberinto, cómo están pintadas, de qué color es el suelo, y por supuesto, que es lo que no pueden hacer los robots (saltar, escalar, etc.). Los laberintos son construidos con un formato de 16 por 16 celdas, cada una de ellas con 180 milímetros de lado. También existen otras categorías, como la del “Microclipper”, en la cual los robots deben dar vuelta la mayor cantidad posible de latas vacías en un laberinto, y la del “roborastreo”, donde los robots deben seguir el rastro en un circuito lo más rápido posible, pero la atracción principal es resolver el laberinto.
Los competidores tienen permitido realizar reparaciones básicas a sus robots en caso de daño, pero no pueden modificar, agregar, borrar o reemplazar elementos ya sea a nivel hardware o software. En la competencia de laberintos, el primer recorrido del ratón siempre es de aprendizaje, para “conocer” el entorno a través de algoritmos de búsqueda. Los pasos siguientes son de optimización de ruta, y finalmente se llega a la “carrera” en sí. Cada torneo puede tener reglas ligeramente diferentes, pero a modo de ejemplo, en el All Japan Micromouse Contest, cada participante cuenta con diez minutos y un máximo de cinco recorridos. Además de la velocidad, también se premian la precisión (que el robot nunca choque con una pared) y una cantidad de búsquedas más baja. Ng Beng Kiat, proveniente de Singapur, ganó la edición 2011 del All Japan Micromouse Contest con un registro de 3.921 segundos (la primera vez que se quiebra la barrera de los cuatro segundos), y como premió se llevó una suma que hoy equivale a unos 990€. No parece mucho, pero está claro que quienes compiten en estos eventos de microratones, no lo hacen por el dinero.