Que un simio consiguiera mover un brazo robótico mediante la implantación de sensores en su cerebro no es una novedad, pero sí el nivel de complejidad del brazo mecánico que un animal ha logrado manipular simplemente con las órdenes de su mente. Ver como el simio usa su pensamiento para dirigir el mecanismo pone de manifiesto lo cerca que estamos del control total al que podemos llegar con respecto a los robots.
Atreverse ha implantar electrodos en el cerebro de un ser humano cuesta un poco porque no se tienen claras las consecuencias de semejantes mangoneos fisiológicos. A un animal de laboratorio no parece que le sienten mal estos experimentos y aunque suponemos que no será muy del gusto del mono tener dentro de su cabeza todo ese cableado, al menos nos consolamos pensando que esto servirá para que algún día las personas discapacitadas aumenten su calidad de vida gracias a estas investigaciones con animales.
El profesor Miguel Nicolelis, director del equipo de investigación neurofisiológica de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, ya realizó demostraciones impresionantes en el año 2007 de lo que se puede hacer con un buen manojo de electrodos (más de 300) y un mono rhesus dispuesto a sacrificarse “voluntariamente” por la ciencia. Tras el entrenamiento pertinente, el sujeto experimental consiguió mover un brazo mecánico de la misma manera que si fuera el suyo propio. En el 2008 este mismo profesor logró hacer que una chimpancé moviera un robot con su mente y le hiciera levantarse y andar, como si de un Lázaro cibernético se tratase.
Paralelamente, el Doctor Andrew Schwartz, de la Universidad de Pittsburg, implantó unos sensores en la corteza motora de un simio y le enseñó a manejar el artefacto también con su pensamiento. Hace dos años la interfaz mono-robot logró controlar un brazo mecánico de 4 grados de libertad, pero ha sido ahora cuando el avance ha sido máximo y el animal ha conseguido manejar el robot al que han añadido tres más grados de libertad mediante la adición de una muñeca articulada, que puede realizar giro, inclinación y movimientos de orientación. Y el brazo ha sido sustituido por un manipulador más grande y más ágil, adquiriendo el control de un sistema mecánico con una complejidad que no tiene precedentes.
En este experimento el mono recibió dos implantes en su cerebro, uno en la zona motora que controla su mano y otra en la que dirige su brazo. Los sensores supervisan las descargas de estas neuronas motoras y trasladan los datos al ordenador central que lo traduce en patrones de movimiento para el brazo robot. Observando el video es imposible no impresionarse con lo que sucede mientras el mono intenta alcanzar la comida que le ponen a su disposición.
El brazo articulado se mueve con una precisión pasmosa y nos ofrece una idea de lo que se puede llegar a conseguir en posteriores investigaciones. Seguramente en no demasiado tiempo, el control mental de cualquier robot podrá llevarse a cabo mediante sencillas operaciones y con un bajo coste. Para las personas que sufren algún tipo de discapacidad motora, esto puede ser un auténtica revolución, aunque mucho nos tenemos que para la guerra puede tener usos bastante siniestros.