Más o menos la mitad de las bajas que ha tenido el ejército de los Estados Unidos en los diferentes campos de batalla alrededor del mundo se deben a la pérdida de sangre. En efecto, a diferencia de lo que se ve en las películas de Hollywood, donde los combatientes mueren al ser volados, incinerados, machacados o cortados en trocitos, la principal causa de muerte de estas tropas es algo tan poco espectacular como desangrarse hasta morir tirado por ahí. En estos momentos los encargados de mantener la maquinaria de guerra funcionando se encuentran embarcando otros 30.000 soldados con rumbo a Afganistán, de los cuales -si las estadísticas son correctas- la mitad de los que mueran serán víctimas de la perdida de sangre. Lógicamente, DARPA, la agencia del Pentágono destinada a las investigaciones y desarrollos de defensa, tiene algunas ideas para evitar este “problema”.
El plan contempla realizar, en primer lugar, algunos experimentos con cerdos. Si todo marcha como creen, el paso siguiente será aplicar el sistema en humanos. Para comenzar con las investigaciones, DARPA ha otorgado un contrato de 9,9 millones dólares al Texas A&M Institute for Preclinical Studies (TIPS), quienes deberán desarrollar tratamientos y terapias destinados a proporcionar “un tiempo extra de vida” a los soldados que han sufrido hemorragias masivas. El tratamiento deberá ser aplicado en el transcurso de la primera hora luego de haber sido heridos, ya que dentro de ese lapso de tiempo es dónde se tiene la mejor oportunidad de recuperarse de una pérdida masiva de sangre.
¿Cómo se convierte un humano saludable en un zombie medio muerto? Fácil. En primer lugar, es necesario proporcionar al paciente algunos disparos (no mortales, por supuesto) en lugares estratégicos -el abdomen, un pulmón, alguna arteria importante- de forma que pierda mucha sangre y se encuentre al borde de la muerte. El campo de batalla es, obviamente, el lugar ideal para llevar a cabo esta primera etapa. Luego, hace falta crear alguna droga capaz de hacer con nuestros cuerpos y su metabolismo más o menos lo que hacen las ardillas en invierno: detener sus “funciones corporales” casi hasta cero. Esto es posible gracias al uso de una enzima pancreática que parece tener el poder de “ponernos en pausa”. También hace falta disminuir nuestras naturales ganas de respirar. Para eso, el Dr. Mark Roth del Fred Hutchinson Cancer Research Center, se encuentra investigando gusanos nematodos y ratas para comprobar de qué forma el sulfuro de hidrógeno puede bloquear la capacidad del cuerpo para utilizar oxígeno. Combinando estas dos “terapias” en una persona que ha perdido una gran cantidad de sangre, se la puede poner en una especie de “animación suspendida” en la que el corazón deja de latir y -por lógica consecuencia- las heridas no sangran.
Con lo explicado hasta aquí uno podría creer que los médicos no han hecho otra cosa que terminar el trabajo que tan eficazmente comenzaron las balas enemigas. Teníamos un paciente gravemente herido, perdiendo sangre, y gracias al uso de un par de drogas ahora tenemos uno muerto, que ya no sangra. No parece un gran progreso. Sin embargo, el secreto de DARPA consiste en que pueden resucitar a estos cadáveres. En algunos de los experimentos efectuados con ratas, el Dr. Roth “retiró” el 60% de la sangre del animal, le suministró su “coctel zombie especial” y logró traerlos a la vida luego de 10 horas.
El siguiente paso lógico es intentar reproducir estos experimentos utilizando cerdos. Estos animales, además de dos jamones exquisitos, poseen un sistema cardiovascular muy parecido al de los seres humanos, y los investigadores Theresa Fossum y Matthew Miller -ambos del TIPS- creen que pueden obtener datos concretos que -una vez aplicados en humanos- salven montones de vidas en el campo de batalla. Otra forma de salvar esas vidas sería no yendo a la guerra, pero a menudo la realidad sigue caminos bastante tortuosos. Algunos experimentos ya han comenzado, y se ha logrado mantener “semivivos” a algunos cerdos luego de ser metódicamente desangrados. En este momento, un equipo de 15 personas trabaja exclusivamente en el proyecto, y los encargados prevén los primeros resultados positivos dentro de 18 meses. "DARPA quiere que esto suceda ‘ayer’, porque era necesario ayer", dice el Dr. Miller. Una vez que el equipo consiga este “elixir zombie”, deberá someterlo a las pruebas de seguridad obligatorias a nivel federal. Después de eso, el método será enviado a los campos de batalla para la aplicación humana.
Fossum, evidentemente muy entusiasmado con la perspectiva de matar y resucitar gente, predice que cada soldado llevará a la zona de combate una jeringa llena de esta sustancia. En caso de un “accidente” (ponerte delante de la bala de un fusil, por ejemplo), la aplicación de esta inyección reducirá al mínimo sus necesidades metabólicas, induciendo un estado de animación suspendida sin actividad cerebral o cardiaca. Una vez terminada la “emergencia”, mediante un tratamiento realizado por los médicos, el paciente sería “reanimado” y estaría en condiciones de recibir el siguiente balazo.
Realmente, no hay dudas de que la guerra es la estupidez más grande en la que periódicamente nos embarcamos. Y dentro de este marco, algunos -DARPA, por ejemplo- parecen disfrutar de la posibilidad que estas masacres les brindan para realizar los experimentos más locos que se les puedan ocurrir. Si todo sale como la agencia piensa, entre los petates de cada soldado habrá una jeringa que lo puede “matar” de una forma especial, para que luego sus compañeros los “resuciten”. Si fuese parte del argumento de una película de ciencia ficción, nos reiríamos de ello. Lamentablemente, es parte de la realidad.