Contrario a lo que creen muchos de nuestros amigos en Facebook, los estudios confirmaron otra vez que los niños enfermos y hambrientos de Darfur no comen “Me gusta” ni bajan su fiebre al saber cuántas veces se compartió su cara en internet. La Universidad de British Columbia dijo que dar “Me gusta” a causas de caridad públicamente le permite a la gente sentirse parte de una acción solidaria sin comprometer ni tiempo ni dinero, lo que daña a la verdadera acción social.
El slacktivismo es el tipo de activismo social que se da en tiempos de internet, donde la preponderancia de la publicidad de la acción y las consecuencias individuales que produce la misma supera a la profundidad y a la efectividad per sé de la acción. Teniendo como denominador común una lógica que indica que “el otro cercano es mi público”, la reacción sobre la acción le compite fieramente a la acción en sí misma en términos de importancia. Con este marco señalado superficialmente, el slacktivismo implica un segundo nivel de compromiso narcisista, ya que los medios tecnológicos ofrecen la oportunidad de sentir una pertenencia o participación en una acción solidaria (política, social, etc.) sin invertir más que lo que requiere un click, tal vez la medida de trabajo humano más ínfima de la historia. El proceso no requiere de un esfuerzo personal, pero la satisfacción que da el haber hecho click en esa foto del niño con síndrome de down está siempre presente, y cuando esa participación se comparte en las redes sociales, la recompensa que siente el usuario es doble. Pero, ¿sirven en realidad esos clicks para algo más que no sea inflar la reputación social de una persona?
Las respuestas de las universidades de todo el mundo han sido bastante variadas, pues diferentes proyectos tienen diferentes desembocaduras y a veces un click del usuario ayuda a que pase algo del otro lado del planeta. La situación es que la cantidad de veces que esto sucede es mínima y que en general el slacktivismo (también se le llama clicktivismo, pero ya trataremos ese tema más en profundidad) termine dañando a la verdadera acción social y a la caridad. El estudio indica –otra vez-, que firmar peticiones en línea, compartir fotos y ponerles Me Gusta a páginas de Facebook, cambiar la foto de perfil o agregarle un listón de algún color no hace nada para cambiar el mundo, sino incluso lo contario. Tal como se desprende de las investigaciones de la Universidad of British Columbia publicadas en Journal of Consumer Research, las personas que se involucran en este tipo de acciones no son más propensas a ser futuros voluntarios o donantes que las personas que se acercaron al azar a ofrecer ayuda.
Para sostener la hipótesis los científicos sociales le pidieron a casi 500 personas que inicien su participación en pequeños actos de apoyo a una causa, como firmar una petición, ingresar a un grupo de Facebook o aceptando un pin. Luego se les ofreció de forma privada una forma de hacer más significativas estas acciones donando dinero o comprometiendo parte de su tiempo. Los resultados mostraron que la aceptación de la primera invitación fue masiva, pero cuando se trataba de comprometerse en serio con la causa, la respuesta positiva perdía en grandes proporciones. Pero no sólo eso, sino que en comparación con los que le habían dado un no a la acción pequeña y pública, el compromiso fue casi igual. Uno de los investigadores dijo que “los compromisos privados tienden a ser más impulsado por los valores que por la apariencia”.