To bit or not to bit: ¡Te están implantando recuerdos falsos sin que lo sepas!

por Gianni Sabbione 13 abril, 2013, 12:15 am 26 Comments

Sabemos que existen muchos estudios acerca de cómo implantar o modificar nuestra memoria cerebral. Generalmente se trata de métodos que implican que nos metan agujas y electrodos.

Lo que tal vez no esté tan difundido es cómo esto puede hacerse sin necesidad de que nos pinchen ni trepanen el cráneo ni nada por el estilo. La cosa es mucho más sencilla. De hecho, hace muchos años que se está haciendo. Y eso incluye a tu cerebro. ¿Cómo saber el mecanismo? ¡No te queda más remedio que leer esta nota!

En varios artículos anteriores de Neoteo se ha ido abordando el tema del implante de memoria falsa, por medio de diferentes métodos que utilizan un acceso físico al cerebro de los “pacientes”. Pero de lo que vamos a hablar hoy es de cómo desde hace años se están perfeccionado y aplicando métodos para generarnos recuerdos inexistentes sencillamente falseando datos de la realidad, sin necesidad de tener ningún tipo de acceso físico a nuestros cerebros.

Vas a recordar lo que yo quiero que recuerdes

Elizabeth Loftus es uno de los primeros investigadores que desarrolló en gran profundidad estos estudios. Su trabajo Eyewitness Memory for People and Events, fue distinguido por la American Psychological Association y data de mediados de los años 1970. En estos primeros trabajos, Loftus y sus colegas investigaron los efectos de darle una información a una persona y después modificar esa información en un relato post-evento. A la mitad de los participantes se les mostró la famosa “foto del Datsun rojo”, en donde se veía un automóvil en el cruce de una carretera, ante una señal de Pare. A la otra mitad se le mostraba otra foto con la señal de Ceda el paso.

Después de mostrarles la foto principal, con otras fotos adicionales se les explicaba a los voluntarios que el coche, al girar a la derecha, atropellaba a un peatón. A continuación se les pedía que evaluaran quién era culpable del accidente. No se les permitía volver a mirar la primera foto y se les recordaba verbalmente cuáles eran los elementos que aparecían en ella. El truco era que a la mitad de los participantes se les recordaban los datos con una ligera modificación: que en el cruce había una señal diferente a la que se les había mostrado. El resultado fue que el 80% de los que recibieron la información incorrecta la tomaron como verdadera sin cuestionar su veracidad, en resumen, “recordando” una señal diferente a la real. Estudios posteriores demostraron que los participantes, después del estudio, continuaban creyendo que la señal era diferente. Su memoria había sido modificada.

Basta pensar las cosas que podrían suceder si estuviéramos en un juicio y quienes reciben información falsa fueran verdaderos testigos de un accidente. Por algo los investigadores “sugirieron” que la fórmula de jura en los juicios debería ser:

“¿Jura decir la verdad, toda la verdad o lo que sea eso que piensa que recuerda?” (E. Loftus et al.)

A estos estudios siguieron muchos otros, basados en la implantación o modificación de la memoria por medio de relatos falsos, lo que llevó al desarrollo de lo que se conoce como la técnica de “Perdido en el Mall”. El primer desarrollo de esta metodología data de 1995 e incluyó a 24 participantes. A cada uno se le suministraron varios relatos de eventos de su infancia, contados por miembros de su familia. Pero no todos lo relatos eran reales; uno de ellos, que se les suministró a todos, contaba el mismo suceso: la persona se había perdido en un shopping mall a la edad de 5 años. Se realizaron varias rondas de entrevistas, y ya en la primer ronda, el 25% de las personas afirmaron recordar el suceso del mall como verdadero.

Este tipo de implantaciones de memoria se basaban en modificaciones o falsación de relatos en forma verbal. Pero la cosa se fue perfeccionando con el uso de otros estímulos. R. Wiseman, en su libro “Rarología”, compila algunos de ellos.

Uno de los casos más conocidos fue llevado a cabo por Kimberley Wade de la Universidad Victoria de Wellington, junto a otros colegas. En este caso, los investigadores consiguieron fotografías de los voluntarios de cuando eran niños. Estas fotos les fueron subrepticiamente suministradas por parte de familiares. Antes de las entrevistas, las fotos se trucaron, mostrando a los sujetos realizando un inexistente viaje en globo. Junto con la foto falsa, los reclutadores también le dieron a los participantes otras fotos reales: reuniones escolares, viajes a la playa, fiestas, etc.

A los participantes de este estudio se les realizaron tres entrevistas en un período de 15 días. En la primera, alrededor de un 35% “recordó” el falso viaje en globo. Para la tercera entrevista, ya el 50% afirmó recordarla, incluso dando detalles específicos, como que “el costo del viaje era de 10 dólares”, que “el globo se elevaba unos 20 metros” o que “mi mamá sacó la foto”.

En resumen, la gente dijo que “recordaba” o que “no recordaba”. Nadie cuestionó la veracidad de las afirmaciones de los científicos.

Estos son solo algunos ejemplos de una larga serie de estudios que muestran cómo la modificación de nuestra memoria es una realidad. Como cita Wiseman (las negritas son mías):

“Nuestras mentes son mucho más maleables de lo que nos gustaría creer. Una vez que una figura con autoridad sugiere que hemos experimentado un suceso, a muchos de nosotros se nos hace difícil negarlo y comenzamos a llenar los huecos con nuestra imaginación. Después de un tiempo se vuelve casi imposible separar la ficción de la realidad y comenzamos a creer la mentira. El efecto es tan poderoso que a veces ni siquiera es necesaria la voz de la autoridad para engañarnos. Muchas veces somos perfectamente capaces de engañarnos a nosotros mismos.”

El mismo Wiseman cuenta cómo, en el año 1983, el entonces presidente de los EE.UU. Ronald Reagan contó una emocionante historia de la vida real ante la Sociedad de la Medalla de Honor del Congreso. Describió con lujo de detalles una historia de héroes ocurrida durante la segunda guerra mundial.

“Un bombardero B-17 regresaba penosamente volando sobre el Canal de la Mancha, seriamente averiado por el fuego antiaéreo. La torreta de la ametralladora que colgaba debajo del avión había sido alcanzada, hiriendo al artillero en su interior y trabando la puerta. El avión comenzó a perder altura y el comandante ordenó a sus hombres que saltaran. El artillero estaba atrapado en la torreta y sabía que caería junto con la aeronave. El último hombre en saltar del avión relató más tarde cómo había visto a su comandante sentado junto a la torreta, diciéndole al aterrorizado artillero: «No te preocupes hijo, lo bajaremos juntos.»”

Poco después, se descubrió que dicha historia nunca había existido en la realidad, pero coincidía detalle por detalle con una escena de la película A Wing and a Prayer, de 1945, incluyendo la frase del final del relato…

No parece ser bueno quedarse con lo que nos dan predigerido. Medios de prensa, estamentos de poder, etcéteras. Mejor estar al tanto de quiénes tienen el poder de falsear la información del pasado para acomodar el presente a sus intereses. ¡Ojo con los que nos quieren implantar recuerdos que sean la “verdad” que les conviene!

¡Hasta el próximo To bit!

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Escrito por Gianni Sabbione

Gianni Sabbione es editor literario, científico y músico. Como editor trabajó y trabaja en editoriales y medios internacionales de EE.UU., España y Latinoamérica. Es asesor en reorganización y automatización de áreas de IT e investigó en IA y redes neuronales.
Es cantante de sus bandas de hard rock solista y de Color Púrpura, y aprovecha su perfil en Neoteo para promocionarlas. Al menos hasta que se de cuenta el Sr. Director del sitio.