“Casi todas mis canciones están escritas en bares”. Esta afirmación de Joaquín Sabina es compartida por muchos artistas, pero no parece ser porque sea más pintoresco escribir en un bar, sino porque trabajar en dichos lugares produce disfluencia cognitiva. ¿Lo qué? Un grupo de científicos descubrió que el famoso pensamiento lateral puede ser inducido sencillamente con tener el nivel de ruido de fondo adecuado.
Como todos sabemos, muchos artistas, como músicos y poetas, suelen buscar su inspiración en lugares públicos, generalmente bares y pubs. Un buen ejemplo:
“Casi todas mis canciones están escritas en bares. Yo escribo en bares, y no por una puesta en escena; yo trabajo ahí como en Madrid se ha hecho toda la vida; González Ruano escribía sus artículos en cafés, y Miguel Mihura sus obras.” (Joaquín Sabina en La Vanguardia, 08/95).
Sin embargo, parece que esto no tiene tanta relación con una supuesta “poética del lugar público” –como, por ejemplo, decir que la cercanía con la bohemia puede mejorar nuestra creatividad–, sino con el ruido de fondo que hay en este tipo de lugares públicos, que parece ser el más adecuado para el desarrollo artístico.
Se llama “ruido” a un sonido inarticulado, por lo general no deseado. Existen varios estudios que analizan los efectos del ruido sobre el funcionamiento cerebral. Ya en el año 1991, Toplyn y Maguire, en su estudio “The Differential Effect of Noise on Creative Task Performance”, habían demostrado un incremento en los niveles de creatividad ante un nivel de ruido moderado, aunque no habían logrado explicar su mecanismo.
No fue sino hasta el año 2012 en el que Ravi Metha, Rui Zhu y Amar Cheema, en su trabajo “Is Noise Always Bad? Exploring the Effects of Ambient Noise on Creative Cognition” demostraron que el ruido ambiente produce disfluencia: una dificultad en el procesamiento cerebral de la información. Esto ha sido estudiado ampliamente en el estudio “The Secret Life of Fluency”, de 2008. La disfluencia cerebral se describe como “la experiencia subjetiva de una falta de facilidad o velocidad en el procesamiento de la información”. Uno de los descubrimientos de dicho estudio es que un nivel moderado de disfluencia lleva al cerebro a buscar caminos alternativos de constructos (pensamientos alternativos o estimulación del pensamiento abstracto).
Uno de los métodos de generación de disfluencia fue a través del “ruido” de mostrarle a los voluntarios nombres de ciudades que ellos ya conocieran, escritos en tipografías más o menos difíciles de leer, para luego pedirles que describieran dichas ciudades. Sorprendentemente, el estudio demostró que las descripciones eran más creativas cuanto más enrevesado era el font utilizado para escribir el nombre de la ciudad.
– A niveles muy bajos de ruido ambiente, nuestros procesos intelectuales fluyen en forma lineal o predefinida, ya que no están expuestos a distracciones. Esto no se considera especialmente propicio para la creatividad.
– A medida que el nivel de ruido aumenta, se inicia el proceso de disfluencia. Los valores más adecuados para la estimulación del pensamiento abstracto se sitúan en niveles moderados de ruido, que rondan los 70 dB.
– Cuando el nivel de ruido se hace demasiado elevado, la capacidad de procesamiento va disminuyendo hasta llegar a niveles en donde se ralentiza cualquier tipo de razonamiento, ya sea lógico o divergente.
Si se grafica el nivel de creatividad versus los niveles de ruido, se obtiene como resultado la típica “U invertida”, con el máximo en el centro del gráfico:
Para los estudios, los investigadores crearon un audio que combina el sonido ambiente de una cafetería con ruido de tráfico de automóviles y de una obra en construcción distante. Usando esa conjunción sonora como soundtrack a distintos niveles de volumen (entre 50 y 85 dB), se llevaron a cabo diversos estudios para medir los niveles de creatividad. Algunos de ellos fueron: darles a los voluntarios una serie de palabras para que encuentren asociaciones entre ellas, brainstormings para encontrar nuevos usos para una serie de productos o encontrar soluciones alternativas a problemas habituales.
La cuestión es que estos estudios se hicieron famosos rápidamente, tanto que ya está disponible el sitio Coffitivity, que nos provee un continuo ruido de fondo de una cafetería para nuestro trabajo diario.
¿Un mundo de porquería?
Hasta aquí todo muy bonito. Sin embargo, todas y cada una de las conclusiones de estos estudios tienen un objetivo que dista mucho de usar la creatividad para fines artísticos. Veamos si no las conclusiones: “el incremento de niveles de creatividad puede ser muy útil tanto para publicitarios como para marketers, que siempre buscan cómo incrementar el ritmo de adopción de nuevos productos por parte de los consumidores”. Sin ir más lejos, la investigación fue publicada por el Journal of Consumer Research. Nada de referencias a la creación artística. Es que la creación artística es no productiva. ¡Cómo vamos a hacer algo no productivo en este mundo!
De hecho, para escribir los To bit usualmente hay que internarse en las asperezas de abstrusos papers científicos, y cada vez, con más frecuencia, nos encontramos con estudios que apuntan al único objetivo de hacer que consumamos cada vez más (esto ya habíamos comenzado a vislumbrarlo en uno de nuestros artículos anteriores).
No es novedad que hoy en día el motor de la ciencia es el dinero, pero podemos usar el resultado de estos estudios a nuestro favor, obviar las conclusiones marketineras y dedicar un rato a hacer alguna tarea improductiva. Siempre con un ruido de fondo, claro.
¡Hasta el próximo To bit!