Si nos preguntan en qué fijarnos para detectar si alguien es un mentiroso, ¿qué es lo primero que veríamos? ¿Desvía la mirada? ¿Hay ansiedad o tensión? ¿Lo que dice no es plausible? ¿Hace pausas extrañas al hablar? ¿Su relato parece guionado?
Pues bien, ninguno de estos son factores relevantes para descubrir una farsa. ¿Eh? ¿Cómo dice? Sí, lo mismo pensé yo al leer las investigaciones al respecto. ¡Pero no todo está perdido! Como To bit es un servicio al lector, en esta serie de notas que hoy empieza te contaremos cómo detectar a un embustero, exprimiendo al máximo nuestra capacidad de trolleo. (*)Investigación especial para NeoTeo
Empecemos sin muchas vueltas: nuestra capacidad natural para detectar el engaño se estima en un 54%, o sea, muy cercana al azar. Dicho de otra manera, somos muy malos para detectar si nos están mintiendo. Hablamos del engaño que puede producirse cuando estamos viendo o interactuando con otra persona. Algo hay que hacer. Las teorías principales que intentan explicar por qué esto sucede se enfocan en dos cuestiones:
-Tenemos un falso estereotipo acerca de qué es un comporamiento “mentiroso” (por lo que, al buscar una mentira, nos enfocamos en las señales incorrectas).
-Son muy sutiles las diferencias entre un mentiroso y quien dice la verdad.
Hace muy poco, en 2011, María Hartwig y Charles Bond Jr., psicólogos sociales, publicaron “Why Do Lie-Catchers Fail: A Lens Model Meta-Analysis of Human Lie Judgments”, un meta-estudio en donde realizaron un titánico trabajo: recopilaron 128 papers previos acerca de la mentira y el engaño –llevados a cabo a lo largo de los últimos cincuenta años–y cruzaron toda esa información. La siguiente tabla, extraída del estudio, indica la gran desviación entre lo que creemos que indica un embuste y la realidad.
Otra persona que estudió ampliamente el tema es Jeffrey Hancock, Profesor Asociado de Comunicaciones y Ciencias de la Información en la Universidad de Cornell. Pero además, tiene en su currículum haber trabajado para la aduana canadiense y, como él mismo cuenta, “me enfrentaba día a día con el engaño”. Confirma lo que ya sospechábamos:
“Si les preguntara: ¿de qué fiarse cuando miran a alguien y quieren averiguar si está mintiendo? ¿A qué indicio deben prestar atención? La mayoría diría que una señal a tener en cuenta son los ojos. Los ojos son la ventana del alma. En todo el mundo, en casi todas las culturas, una de las claves principales son los ojos. Pero las investigaciones de los los últimos 50 años dicen que no hay realmente ninguna señal confiable para detectar el engaño, y es una de las duras lecciones que aprendí cuando era funcionario de aduana. Los ojos no nos dicen si alguien está mintiendo o no. En algunas situaciones, cuando el riesgo es alto, tal vez las pupilas se dilaten, el tono de voz suba y los movimientos corporales cambien un poco, pero no siempre, ni para todos. No es algo confiable.”
DESCUBRA AL MENTIROSO
¿Cómo saber entonces si nos están diciendo la verdad? La manera típica que suponemos es la de buscar “síntomas”. Hay programas de TV policiales por allí que muestran cómo diferentes especialistas usan este tipo de mecanismos de detección, con resultados impactantes. Hay cursos que nos dicen qué significa cada gesto del otro, y lo meten dentro de conceptos neurolingüísticos, rayanos en la autoayuda. Es interesante, pero no funciona, o lo hace en tan pocos casos que puede considerarse marginal.
En primer lugar, lo recomendable es tener un acercamiento holístico y general. Confiar en nuestra intuición en lugar de lo que percibamos como señales físicas a favor o en contra. La detección inconsciente es mucho más poderosa que la que proviene de la percepción y análisis de un gesto.
Volviendo al meta-estudio que citábamos al principio, sus autores corroboraron esta metodología. Una y otra vez, los análisis muestran que, cuando un engaño se detecta en forma efectiva, no es a partir de los “lugares comunes” a los que estamos acostumbrados.
Los indicios que diferencian la verdad de la mentira pueden ser muy sutiles. La estrategia que sugieren, entonces, es interactuar lo más posible con el “sospechoso”. Dado que mantener una ficción requiere una energía psíquica superior, el camino parece ser incrementar su demanda cognitiva. Por ejemplo, hacer que el “sospechoso” relate los hechos en diferente orden, por ejemplo empezando por la mitad, o en orden cronológico inverso.
Todo esto suena medio policial, y lo es. En mi caso, salvo que sea inevitable, prefiero tomar otros rumbos antes que dedicar mi tiempo a indagar si alguien me está mintiendo.
¿Tienen nuestros lectores anécdotas para contar? ¡Pero no mientan, eh!
¡Y ahora los dejo, que se me hace tarde, después llamo!
¡Hasta el próximo To bit!