¡Buen sábado, lectores! En nuestra entrega de hoy nos ocuparemos de esta pregunta existencial: ¿Cuántas de las decisiones que tomamos en nuestra vida diaria realmente son las que queremos tomar? ¿Cuántas veces en realidad no estamos más que siguiendo el camino que otros ya decidieron de antemano por nosotros?
Como era de esperarse, la ciencia se ocupó de esto: partiendo de conceptos como “no vemos que no vemos”, o cuestiones tan inofensivas como una ilusión óptica, se llegó a una escalofriante respuesta. Para saber cuál es no quedará más remedio que hagan click en el link de la nota, ¡porque así lo hemos decidido en NeoTeo!
Humberto Maturana, un biólogo y epistemólogo chileno, desarrolla el concepto de “No vemos que no vemos” en su conocido libro El árbol del conocimiento. Bases biológicas para el entendimiento humano. Maturana parte del experimento del punto ciego, en donde se comprueba empíricamente que hay una parte del ojo que “no ve” (el punto ciego) debido a la falta de células fotosensibles en el lugar en donde se conecta el nervio óptico. Lo más interesante del experimento es que el cerebro “reconstruye” la información faltante, de alguna manera “completando el sentido”.
En la misma línea, Dan Ariely, un especialista en psicología, aborda un tema similar, empezando por una simple ilusión óptica, la que seguramente debe de ser conocida por todos los NeoTeos:
La ilusión nos hace creer que el cuadrado central “marrón” de la cara superior del cubo tiene un color diferente al cuadrado central “amarillo” de la cara frontal. La realidad es que no es así: ambos cuadrados son del mismo color.
Hasta aquí, nada más que una ilusión óptica convencional, producto de los contrastes. Si luego eliminamos el resto de la imagen y dejamos solo un fondo blanco, podemos ver que efectivamente los cuadrados son del mismo color.
Pero la demostración continúa, y aquí viene lo bueno: cuando nos hemos convencido de que los cuadrados son del mismo color, se nos vuelve a mostrar el cubo original, y nuevamente vemos que los cuadrados son de colores diferentes. Dénle un vistazo nuevamente a la primera imagen del cubo.
En suma: nuestra percepción sigue siendo errónea, aún cuando racionalmente hemos entendido que no es así.
Ariely da ejemplos concretos de esto tomando casos de la vida real, en donde la ilusión ya no es óptica sino cognitiva. Por ejemplo, una investigación de Eric Johnson y Daniel Goldstein con respecto a donantes de órganos en los países de Europa.
En una parte del estudio se compara entre diferentes países qué porcentaje de personas aceptan ser donantes de órganos, después de completar un formulario al respecto.
Podemos ver que en varios lugares el porcentaje de consentimiento es muy alto, mientras que en otros es muy bajo, e incluso, llamativamente, no hay países con valores promedio. En un principio, se puede pensar en alguna influencia relacionada con cuestiones geográficas y culturales, aunque una rápida revisión de la lista parecería descartar esa variable.
Entonces, ¿por qué tanta dispersión? La respuesta la encontraron analizando los formularios que debieron llenar las personas en cada país. Los habitantes de los primeros cuatro países del gráfico (con valores de entre 4.25 y 27.5, o sea, los países que, por lejos, son aquellos en los que pocas personas decidieron donar sus órganos), tuvieron que completar un cuestionario en donde la pregunta referida a la donación decía algo más o menos así:
Como contrapartida, el resto de los países (aquellos en los cuales el porcentaje es máximo, y varía entre 85.9 y 99.8%), corresponde a lugares en donde la pregunta del formulario era más o menos así:
¡Sorpresa! Dice Ariely: “Podemos ver que el costo de levantar el lápiz y marcar la casilla es mayor que las ventajas/desventajas de tomar la decisión. Al fin y al cabo, se trata de cuestiones que nos sucederán después de muertos.” Como podemos ver, creemos estar tomando una decisión, pero en lugar de ello estamos seleccionando el default que fue elegido previamente por otros.
En este caso se trata de un ejemplo muy básico. Imaginemos la complejidad de cada decisión que tomamos si extrapolamos esto a la ingente cantidad de variables que nos rodean en la vida diaria.
¿Cuántas veces estaremos “tomando decisiones” o “completando el sentido” a partir de la información sesgada que se nos ofrece? Y, claro, esto es tenido muy en cuenta por todos aquellos que quieren influir en nosotros, desde políticos hasta mercaderes, desde empresas de publicidad hasta autores de artículos en blogs técnicos.
La cuestión es que no podemos saber con certeza absoluta qué es lo que vemos y qué es lo que no vemos. Esto podemos considerarlo un problema indecidible. Lo que sí podemos hacer es buscar formas de protegernos y acercarnos lo más posible a nuestro verdadero deseo, porque no caben dudas de que este concepto es usado una y otra vez para dirigirnos en determinado sentido, de manera tal que nosotros creamos que estamos decidiendo, cuando en realidad son los demás los que deciden por nosotros.
Por eso, como exhorta Bauman en el vídeo de nuestra nota anterior, la crítica como llamado al cambio: un buen ejercicio es no dar por sentado que las cosas son como se nos muestran.
¿Qué ejemplos pueden dar nuestros lectores en los cuales se nos ofrecen defaults inconvenientes disfrazados de ventajas?
¡Hasta el próximo TBONTB!