Si te dan a elegir entre quedar parapléjico y ganar la lotería, ¿qué opción elegirías?
En nuestra nota anterior hemos hablado acerca de cómo crear felicidad sintética. Esto dio bastante que hablar y nos quedó mucha información por compartir. En particular, las pruebas científicas concretas que demuestran cómo la síntesis de felicidad es real.
Por eso, en esta nueva entrega les contamos detalles imperdibles. ¡Todo en la sección más troll de NeoTeo!
Uno de los temas que comentamos en el To bit anterior es acerca de la corteza prefrontal cerebral, una de cuyas habilidades es funcionar como un simulador de experiencias. Remarcamos la importancia de esta habilidad, una de las capacidades del ser humano actual, que “es tan importante como el lenguaje, como pararse erguido o tener pulgares oponibles, y que es una de las cosas que bajó a nuestra especie de los árboles y la llevó a los centros comerciales”. Por ejemplo, este simulador nos da la capacidad de saber que probablemente no nos vaya a gustar una crema helada de hígado y cebolla sin necesidad de probarla.
También hablabamos del prejuicio de impacto, una tendencia a sobreestimar la intensidad y duración de nuestras reacciones emocionales a distintas situaciones. D. Gilbert, uno de los (p)sicólogos a los que hacíamos referencia, lo corrobora: “Nuestro simulador mental tiene una tendencia a funcionar mal y nos hace creer que resultados diferentes son mucho más diferentes de lo que en realidad son”.
La realidad es que en todos los estudios en donde se aplicó el método científico se demuestra lo mismo: ganar o perder un compañero romántico, obtener o no un ascenso, pasar un examen en la universidad, etc., tiene mucho menos impacto, intensidad y duración que lo que suponemos. ¿Por qué? Porque, como les adelantamos, la “felicidad” es algo que podemos fabricar. Esto es debido a que el paradigma occidental-capitalista en el que vivimos sólo funciona si nos creemos que la felicidad es algo que puede encontrarse, y no algo que podemos crear nosotros.
Gilbert cuenta que hizo él mismo la prueba: tomó una copia del New York Times y empezó a buscar ejemplos concretos de síntesis de felicidad. Rápidamente encontró algunas opiniones: “Estoy mucho mejor física, financiera, emocional y mentalmente”. “No tengo un minuto de arrepentimiento. Fue una experiencia gloriosa”. “Creo que fue para bien”.
“¿Quiénes son estas personas tan felices?”, se pregunta. El primero es Jim Wright, quien fue presidente de la cámara baja estadounidense y debió renunciar ante denuncias de corrupción. Era en su momento el demócrata más poderoso del país y lo perdió todo: su vida privada, su dinero y su poder. ¿Qué dice acerca de eso después de todos estos años? “Estoy mucho mejor física, financiera, emocional y mentalmente”.
El segundo es Moreese Bickham. Pronunció esas palabras después de pasar 37 años en prisión por un crimen que no cometió. Fue exonerado a los 78 años gracias a evidencia de ADN. ¿Y qué es lo que tiene para decir acerca de esta experiencia? “No tengo un minuto de arrepentimiento. Fue una experiencia gloriosa”.
El tercero es Harry S. Langerman. En 1949 tuvo la oportunidad de comprar por U$S 3.000 la franquicia de McDonald’s, pero no le fue posible por falta de dinero. Su opinión actual: “creo que fue para bien”.
Finalmente, un último ejemplo muy conocido es el de Pete Best, el primer baterista de los Beatles. Al ser entrevistado a mediados de la década de 1990, Best dijo su famosa frase: “Estoy más feliz que si hubiese seguido con Los Beatles”.
Como bien dice Dan, nuestros lectores estarán pensando, al igual que nosotros, con una sonrisa condescendiente, cosas como “Sí, claro, seguro que no querías ser el baterista de Los Beatles”. “¿Ah, sí? ¡Me imagino que lo que más querías en tu vida es estar en prisión!”, o “¿Así que prefieres tener poco dinero a ser al dueño actual de la franquicia de McDonald´s? ¿No me digas?”. Lo cierto es que pensamos así porque creemos que la felicidad sintetizada es de menor calidad que la felicidad natural, pero resulta que esto no es verdad, y menos todavía cuando estamos ante una situación irreversible. Para tener más detalles recomiendo la lectura de mi artículo anterior.
Como un ejemplo extremo acerca de cómo nuestro “simulador de experiencias” sobreestima el futuro impacto positivo o negativo de los eventos, Gilbert nos plantea dos futuros posibles y nos pide utilizar nuestro simulador cerebral para decir, ante el hecho consumado, con qué opción seríamos más felices. Probémoslo:
Opción 1: Ganar la lotería.
Opción 2: Quedar hemipléjico en un accidente.
Inmediatamente suponemos que ni siquiera hace falta proyectar nada. ¿Quién podría desear la opción 2, si está la 1 disponible? Sin embargo, y contrariamente a lo que podemos suponer, estudios de campo demuestran que ambas opciones conllevan un nivel de felicidad similar, e incluso algunas variables son mejores en el caso de la opción 2. ¿Eh? ¿Cómo dice?
El estudio de referencia data de finales de la década de 1970: Lottery Winners and Accident Victims: Is Happiness Relative?, de Brickman, Coates y Janoff-Bulman. Para este estudio se seleccionaron 3 grupos de personas: a) Víctimas de accidentes que quedaron parapléjicos o hemipléjicos, b) Ganadores de la lotería y c) un grupo estándar de control.
Los datos se obtuvieron por medio de entrevistas con (p)sicólogos. Se les consultó a los participantes acerca de su edad, ocupación, raza, religión y nivel de escolaridad. Luego se les realizó una serie de preguntas tendientes a formar un corpus de información que determine en la forma más precisa posible el nivel de satisfacción en la vida de cada uno.
El estudio muestra que después de un año de haber tenido el accidente, y un año después de ganar la lotería, tanto uno como otro grupo dan resultados similares: en promedio, la percepción de placer en el día a día es incluso levemente menor en quienes ganaron en el juego. Son datos concretos de la vida real.
En el estudio se dan detalles acerca de por qué se produce este paradoja. La ponencia de Gilbert termina con esta cita de Adam Smith: “La gran fuente de miseria y desorden en la vida humana parece venir de la diferencia sobrevaluada entre una situación permanente y otra. Algunas de estas situaciones pueden, sin duda, ser preferidas a otras, pero ninguna merece que se la persiga con tal ardor apasionado que nos lleve a violar las reglas de la prudencia o la justicia, o corromper la futura tranquilidad de nuestras mentes.”
Sigue Gilbert: “Sí, algunas cosas son mejores que otras. (…) Tenemos que tener preferencias que nos lleven a un futuro en lugar del otro. Pero cuando estas preferencias nos arrastran demasiado fuerte y demasiado rápido porque sobrevaluamos las diferencias entre esos futuros, estamos en riesgo. ”
Ha quedado todavía en el tintero digital mucha información acerca de este tema, incluyendo las sesudas reflexiones de nuestros lectores, las que comentaremos en la próxima nota. Quedan invitados a seguir el debate.
¡Hasta el próximo To bit!