Imagínate esto: esa chica o chico que te gusta te acepta, no por tu aspecto sino porque le agrada tu nombre. O, por ejemplo, que a tu maestro de escuela no le gusta cómo te llamas y entonces te evalúa mal en tus tareas. O peor aún: uno de tus amigos, solo por tener un nombre raro, tiene más probabilidades de tener problemas psíquicos. Pues bien, estas afirmaciones, y muchas otras, son reales y han sido corroboradas por estudios de campo. Con solo un click tendrás información sobre el tema…
A finales de los años sesenta, investigadores de la Universidad de Leicester realizaron diversos estudios referidos a los nombres de las personas y sus implicancias psicológicas. Descubrieron que cuanto más conocido es el nombre de un individuo, más le gusta ese nombre a los demás y mejores efectos tiene sobre su portador.
Particularmente, empezaron por un estudio simple: seleccionaron cien nombres de mujeres y cien nombres de varón al azar. Luego, tomaron a un conjunto de estudiantes universitarios y les hicieron dos preguntas básicas: qué tan familiar les parecía cada nombre y cuánto les gustaba, en una escala de 1 a 5. Los resultados mostraron que las medias aritméticas comparadas de los resultados tenían una fuerte correlación, de forma tal que los nombres más conocidos eran los registrados como que más le gustaban a la gente. Inversamente, los menos conocidos fueron los menos “agradables”.
En principio, esto podría ser algo anecdótico. Sin embargo, los investigadores fueron más allá: estudiaron qué efectos podía tener esto en la psiquis de las personas. Para esto, analizaron más de diez mil registros psiquiátricos de hospitales y juzgados. El resultado fue soprendente: las personas con nombres poco comunes tenían un porcentaje mucho más elevado de diagnósticos de psicosis que las personas nombres comunes.
De la misma manera, H. Harari y John McDavid desarrollaron un estudio en donde comprobaron empíricamente cómo el nombre de la persona influye en las evaluaciones de los maestros en la escuela. En este estudio, se le hizo escribir a un grupo de alumnos un pequeño ensayo. Luego se asociaron estos escritos con dos grupos de nombres ficticios, algunos populares, agradables y bien conocidos, y otros extraños o poco atractivos. Finalmente, se presentó los escritos a un grupo de 160 maestros de escuela para que evaluara su calidad. El resultado mostró que los textos cuyos “autores” tenían nombres familiares fueron sistemáticamente evaluados como de mejor calidad que aquellos con nombres poco agraciados.
Amy Perfors, del MIT, posteó un grupo de fotos con nombres de ficción en la página “hotornot.com”, un sitio en donde la gente evalúa qué tan atractivas son las personas de las fotos que se suben. Posteó dos veces cada una de las fotos, cada vez modificando el nombre. Los resultados fueron sorprendentes. Ya se imaginarán cuáles son.
Como dicen en su estudio los investigadores de Leicester: “Nuestro nombre es algo que suele decidirse incluso antes exhalar nuestro primer suspiro, y nuestra futura personalidad debe de crecer, entonces, a su sombra.” Por suerte, uno puede cambiarse el nombre, o al menos usar un seudónimo.
Siguen algunos ejemplos de nombres freak tomados de la web…
Como muchas de las notas de esta serie, podemos ver cómo nuestros cerebros son mucho más influenciables y moldeables de lo que creemos, y cómo a cada momento, a cada paso, creemos tomar decisiones conscientes cuando lo que en realidad sucede es que la mayoría de las variables que nos influyen lo hacen sin que siquiera lo notemos. Básicamente, estamos todo el tiempo tomamos decisiones basadas en prejuicios.
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