Vivimos una nueva gran ola de servicios virtuales: las nubes. Nuestra información, nuestros procesos, todo va a estar pronto en las nubes. Pero… ¿qué tan seguros estarán nuestros datos? Este planteo lo ha hecho incluso el mismísimo fundador de Apple y fue analizado en incontables sitios, incluyendo en DEFCON, la mayor conferencia de hackers del mundo.
Nuevamente, el arrojado equipo de investigaciones de To bit or not to bit se metió en los vericuetos de la evolución de la informática y hoy les trae un trepidante estudio que ya está dando que hablar en los círculos tecnológicos más selectos. Y ya que estamos, agregamos esta otra pregunta: las nubecitas, ¿son realmente una novedad?
A principios de este año, el datacenter que Amazon tiene en Virginia, con el que da soporte a sus “servicios en la nube”, se vio afectado por la caída de un rayo en las cercanías, dejando fuera de línea la información de cientos de compañías, incluyendo a Instagram, Netflix y otras de primera línea. Millones de datos quedaron instantáneamente inaccesibles.
Podría decirse que hemos evolucionado tanto que, ahora, un centro de cómputos puede convertirse en el punto único de falla no de una, sino de miles de empresas en forma simultánea.
EL ETERNO RETORNO
Cualquiera que conozca la historia de los ordenadores sabrá cómo era la época de los Mainframes. En los comienzos de la informática, una instalación de computadoras constaba de una serie de terminales “bobas”, que eran básicamente un teclado y un monitor, conectadas a un gran computador que concentraba todo el poder de procesamiento y almacenamiento. Los datos que se manejaban pertenecían a la empresa, y los datos personales eran casi inexistentes.
Con el tiempo, los componentes se hicieron más pequeños y empezaron a instalarse en forma distribuida. De a poco, los usuarios comenzaron a tener control local de sus sistemas y a almacenar datos propios. Las terminales básicas fueron desapareciendo, dando lugar al ordenador personal y al consiguiente desarrollo de redes. En los años 80, el furor de la descentralización estaba en auge, con cada usuario guardando localmente sus datos personales.
A partir de los años 90, con el advenimiento de los servicios web, comenzó una época de coexistencia de almacenamiento y procesamiento tanto en un centro de cómputos como en el escritorio de cada usuario. Hasta que a alguien se le ocurrió la mercadotécnica idea de las nubecitas.
En términos más técnicos, la capacidad de almacenamiento, el poder de procesamiento y tooodas las capas de software que hay por encima de eso están nuevamente moviéndose de a poco desde los ordenadores de los usuarios (clientes) hacia los servidores centrales. Una vuelta al concepto original de las terminales bobas, ahora en forma de netbooks y etc. Nada nuevo bajo el sol. Claro, ahora con muchos nuevos “servicios”, protocolos de red y niveles de virtualización. Con muchos miles de millones de dólares movidos en el camino. Y con nuestros datos en manos de otros.
Como ya advirtió en su momento Steve Wozniak, el fundador de Apple, con nuestros datos almacenados en lugares ajenos a nosotros, a merced de cualquiera, los riegos pueden ser “horrendos”. Algo similar se sucedía hace algún tiempo en la DEFCON 18, conferencia en donde se preguntaban, certeramente, si la computación en la nube se está encaminando a ser la próxima arma de destruccción masiva.
Por mi trabajo, me ha tocado defender en seminarios diversos tanto el concepto de almacenar y procesar datos del lado del cliente como su opuesto. Todo con argumentos irrefutables.
Aún suponiendo que los riesgos de esta nueva tendencia no sean tales, ¿cuántas áreas de la tecnología se mueven por el simple hecho de generar movimientos de dinero y no para realmente mejorar nuestras vidas?
Porque, al fin y al cabo, como discutíamos en la primera entrega de TBONTB, en el fondo es probable que los ordenadores no sirvan para nada.