A veces, cuando me despierto en el medio de la noche, me levanto despacito, sin hacer ruido, ni encender luz alguna. Y, en puntitas de pie y apenas respirando, voy hacia la ventana que da al oscuro patio de atrás de mi casa. Entonces, de un tirón y sin previo aviso, abro la cortina de par en par, expectante. Tengo la esperanza de, alguna vez, atisbar algo que no fue diseñado para ser advertido por mis ojos mortales, de agarrar a la mismísima realidad por sorpresa. Pero no, el mundo -por ahora- siempre ha estado allí, invariable, cada maldita vez.
Pero ustedes no vienen aquí para escuchar mis lamentos existencialistas, mis ansias de encontrar algo más allá de esta chatura universal, no. Ustedes vienen aquí para ver imágenes graciosas, interesantes, de esas que desafían sus sentidos. Hay mucho de eso hoy en el Tiradero, que no está hecho para decepcionar. Mucha de esa misma fantasía que le busco a la vida, aunque siempre me estrelle contra la cruda verdad. Ah, y también hay una película que va por ese lado. La última de fantasía por el momento, para completar la trilogía que comenzamos dos semanas atrás. Espero que les guste y no los decepcione, como me decepciona a mi cada noche mi patio oscuro y totalmente anodino.
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Serie de autoretratos de William Utermohlen, de 1967 al año 2000, documentando la progresión de su Alzheimer.
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Y para terminar la trilogía de joyitas de fantasía comenzada semanas antes, cerramos con esta genialidad de Terry Jones, otro de los Monty Phyton que supo hacer cine del bueno. Una comedia super loca que muchos no han visto, que tiene como protagonista a un vikingo con buenas intenciones, que debe llegar al Valhalla para pedirle a los dioses que terminen con el Ragnarok. Es una belleza desde que comienza hasta que termina. ¿El mejor personaje? El cura católico que no cree en los mitos vikingos. Una de mis preferidas.
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