Alguna vez le habremos dicho a alguien que su cara no asemejaba el nombre con que fue bautizado, y no es que estuviéramos locos. Según un nuevo estudio, todos asociamos ciertos rasgos con ciertos nombres.Robin Thomas es una científica cognitiva en la Universidad de Miami en Ohio que frecuentemente confundía los nombres de dos de sus alumnos. Reunió a sus colegas y desarrolló un estudio en que se le pidió a 150 estudiantes que diseñaran rostros (con un programa de ordenador) para 15 nombres americanos típicos. Los rostros diseñados fueron mostrados a un segundo grupo de alumnos, que evaluó qué tan bien le quedaban los nombres a los rostros armados. Finalmente, se utilizaron los rostros diseñados con un tercer grupo de estudiantes, a los que se les pidió que memorizaran los nombres. Estos estudiantes recordaron con mayor facilidad los rostros/nombres que combinaban bien, que aquellos que no combinaban tanto (según el segundo grupo de estudiantes).
Alentada por los resultados de este estudio, Thomas planea indagar en el por qué de los estereotipos, empezando por el momento en que los padres le ponen un nombre (que suele suceder antes de que el bebé nazca, por lo que se basan en las formas de sus propios rostros) y por qué ciertos nombres parecen acompañar ciertas características. Puede ser que haya una interacción entre el sonido del nombre y como se percibe visualmente.