Los científicos siguen buscando una forma efectiva de protegernos contra el SIDA. Una de las alternativas más investigadas es la que impide que el virus entre en el organismo, impidiendo que terminemos desarrollando la enfermedad. Esta búsqueda parece haber tenido éxito, ya que David Baltimore y sus colegas del California Institute of Technology de Pasadena han creado una terapia genética capaz de otorgarle a un grupo de ratas resistencia al temido VIH.
A pesar de los esfuerzos realizados en laboratorios alrededor del mundo, la “vacuna contra el SIDA” sigue sin poder ser desarrollada. Se ha logrado convertir la enfermedad en algo muy diferente a lo que era hace dos décadas (una sentencia de muerte casi segura, en un plazo de 4 o 5 años) a una especie de enfermedad crónica con la que se puede sobrevivir durante muchísimo tiempo. Pero aunque sigamos sin disponer de una vacuna capaz de curar a las personas que ya han contraído el VIH, se han realizado importantes avances en la prevención del contagio, mediante diferentes sistemas que evitan que las personas lleguen a desarrollar la enfermedad. Una de ellas es la publicada por la revista Nature hace unos días, una técnica que consiste básicamente en inyectar a los “pacientes” (por ahora ratas de laboratorio) un adenovirus modificado, al que se le ha incorporado un gen capaz de codificar anticuerpos contra el VIH. Esos genes han sido tomados de pacientes que presentan una resistencia natural a la infección, y una vez en el nuevo organismo les otorga la misma inmunidad.
La técnica en cuestión ha sido desarrollada por David Baltimore y sus colegas del California Institute of Technology de Pasadena y ha demostrado ser muy efectiva. Casi un año después de haber sido tratados -52 semanas, en realidad- los ratones siguen siendo inmunes al contagio con VIH, a pesar de haber sido expuestos a niveles de virus 100 veces más altos de los que se puede esperar en cualquier situación normal. Obviamente, y a pesar de que se trata de un enorme avance, hay que realizar algunos ensayos más antes de asumir que dicha terapia funcionará de la misma manera en humanos. A pesar de que desde el punto de vista genético las ratas de laboratorio son “parientas cercanas” nuestras, su organismo es lo suficientemente diferente como para que exista la posibilidad de que este tratamiento no sea tan efectivo en el homo sapiens. Se realizarán ensayos sobre primates y luego, si todo sale bien, sobre humanos. Por lo pronto, el trabajo de Baltimore y su equipo representa un buen paso en post de lo que se cree será la solución más efectiva contra este flagelo: una vacuna capaz de inmunizarnos contra este mal.