Ya de por sí, la palabra procrastinación implica un tinte negativo y la tecnología ya carga con los achaques de todos los males de la sociedad. ¿Hasta qué punto es una simple manía o una dependencia?
La procrastinación es la acción de postergar actividades o situaciones a fin de desarrollar otras que nos parezcan más agradables. Especialmente refiere a la asociación de la actividad que se posterga con una molestia o incomodidad (lo que enfatiza la necesidad de realizar una actividad diferente que nos agrade). Se ha demostrado que una tendencia aguda hacia la procrastinación puede llevar a una dependencia de Internet y los ordenadores, desarrollándose en una adicción.
Se entiende por adicción cualquier hábito compulsivo que resulta nocivo para una persona. Cuando no hay sustancias involucradas (como es el caso de la drogadicción, tabaquismo y alcoholismo) es más complicado establecer una diferenciación entre una conducta adictiva y el desarrollo de una afición o hobby. Para caracterizar una adicción (a rasgos generales) se podría establecer que las mismas generan un deterioro en la calidad de vida de la persona a raíz de la conducta adictiva (una pérdida de control llevada por la compulsión, una actitud de ansiedad notable cuando se es privado de la adicción y la negación y auto engaño de la persona)
Aunque son varios los tipos de adicción que refieren al desarrollo de actividades más que a un consumo (como son la ludopatía, cleptomanía, compras compulsivas) desde los años 90 han tomado gran relevancia todas las actividades referidas a la tecnología, en especial el uso de Internet. ¿Cómo establecer un patrón y definición preciso, cuando muchas de las actividades a desarrollar en la red de redes puede ser positivo, fomentar el aprendizaje, la creatividad y la comunicación? ¿Dónde se traza una línea entre el uso intenso y la dependencia?
No podemos llamar adicto de por sí a cualquier persona que pase más de 5hs conectado. Es necesario evaluar si esa persona no utiliza la red para trabajar, si no la utiliza para estudiar o para recrearse. Es cuando la conducta es compulsiva y repetitiva que puede empezar a llamar realmente la atención. Cuando una persona posterga actividades en compañía, comunicación con la familia/pareja, trabajo, descanso e incluso alimento, podemos afirmar que vemos una adicción.
¿Qué consecuencias pueden considerarse como indicativas de una adicción? Principalmente todo tipo de reacción adversa al ser privado de la actividad: ansiedad, agitación psicomotriz, pensamientos recurrentes sobre lo que ocurre en la red mientras uno no esta conectado y movimientos voluntarios o involuntarios que refleje la operación de un ratón o un teclado. Los verdaderos problemas con Internet aparecen en el momento en el que el usuario sacrifica actividades rutinarias (estudios, relaciones sociales, actividades laborales) para permanecer conectado o bien robar horas al sueño, e incluso comienza a evitar las comidas
¿Cómo puede evaluarse la adicción a Internet? Es realmente un punto algo ambiguo, ya que las actividades que pueden desarrollarse en línea son variadas. Si una persona se pasa 20hs al día jugando en sitios de casinos en línea, ¿podríamos decir que son adictos a Internet o que sufren de ludopatía y que Internet simplemente es el medio? Enrique Echeburua, catedrático de Psicología Clínica en la Universidad del País Vasco, asegura que es imprescindible diferenciar los adictos en la Red de los adictos a Internet. ‘Hay compradores compulsivos, ludópatas y enganchados al sexo que han hallado en la Red un camino para calmar sus ansias, pero no son parte de los adictos a Internet’.
Adicción al Chat (MSN, IRC, ICQ)
El chateo es un sistema de comunicación que se torna problemático cuando elimina otras formas de comunicación. Ése el caso del chateador que lo utiliza como único vehículo para mostrar la personalidad oculta que tiene o desea tener, o para multiplicarse en diversos actores. A través de ese Chat, penetra en un mundo de realidades paralelas que colman sus necesidades sin peligro alguno, pero no hacen más que aislarlo de su vida real. El usuario se encierra en la imagen idílica y la falta de compromiso que el medio favorece, y se esclaviza a las fantasías que elabora, sin poder desplazar ningún vínculo al mundo tangible. Puede considerarse una adicción cuando no pueden cerrar el mensajero y continúan agregando usuarios desconocidos para tener siempre alguien con quien hablar.
Adicción al Correo Electrónico
Quien no tiene una dirección de correo electrónico en la actualidad puede estar más aislado de la realidad que un adicto. Quienes tienen una dirección de correo en su trabajo, suelen tener una adicional personal, y quienes realizan transacciones por la red puede que tengan una tercera para dedicarla a la compra y venta. Chequear la bandeja de correo tres o cuatro veces diarias no puede considerarse una adicción, ya que hoy en día prácticamente cumple el rol del teléfono y agenda. Ahora, ¿qué ocurre con las personas que verifican su bandeja de entrada de 20 a 30 veces al día, o que al ver que no tienen correo vuelven a pinchar el enlace “recibir correo” una y otra vez?
Según una encuesta elaborada por América Online (realizada sobre 4000 usuarios estadounidenses mayores de 18 años), un 41% reveló que lo primero que hace al despertar es chequear su correo electrónico, mientras que uno de cada cuatro usuarios comentaron que no podrían pasar más de tres días sin checar su bandeja de entrada. También están quienes se despiertan en la madrugada y van a ver si han recibido algo y los que no se van de vacaciones antes de asegurarse que el lugar tendrá acceso a Internet. La imposibilidad de desprenderse del medio de contacto y la compulsión y ansiedad de verificar cada segundo si ha llegado un mail, puede considerarse una adicción (Incluso se han desarrollado programas de recuperación, como este)
La llegada de los equipos BlackBerry ha extendido esta verificación compulsiva a baños, iglesias, cines y cualquier otro tipo de lugares en los que uno no debiera estar pendiente de si ha recibido un correo o no. Lo que nos lleva a otra de las adicciones a la tecnología: los móviles.
Adicción al móvil
En el centro de tratamiento de adicciones sociales (Cetras) de Valladolid se han dedicado a estudiar la adicción al móvil a raíz de pacientes que ya fueron diagnosticados con dependencia al teléfono móvil. El psiquiatra Blas Bombin estima que cada mil usuarios, hay dos afectados por esta adicción (o próximos a serlo). A diferencia de otros tipos de adicción, esta se presenta a una edad temprana – doce años aproximadamente – debido al fácil acceso al sistema y el estatus social que representa frente a la sociedad. Existe un vínculo conductual normalmente identificado por una actitud irreprimible, incontrolable y exagerada que desplaza a otras actividades y conlleva agresividad, mal humor, aislamiento, y abandono social. El móvil es un sustituto de las partes de la personalidad que están en déficit, y se presenta mas comúnmente en familias desestructuradas y en situaciones de fracaso escolar o amoroso. Como bien dice Bombin "El adicto a la comunicación llega a la incomunicación" en su ansiedad por llamar o recibir mensajes. Como no saben vivir sin el aparatejo, compran varios, tienen los últimos modelos y novedades y los dejan encendidos a toda hora, esté donde esté. Todos habremos visto ya, varias personas que juguetean con sus móviles dentro de un cine (en mitad de la proyección) o en teatros, o que se sientan junto a sus amigos, sin hablarse por estar enviando mensajes de texto. Los adictos, en ausencia de móvil (o cobertura) pueden llegar a desarrollar síntomas como ansiedad, palpitaciones y sudores.
Adicción a los videojuegos
La mayoría de los profesionales avocados a la definición de esta adicción, considera que una afición acentuada a los videojuegos no es más que la puerta de entrada a la Ludopatía (adicción a los juegos de azar), una adicción ya establecida y remarcada. Se apunta a las fiestas que se hacen en Valencia, en que los jugadores se instalan y duermen bajo una carpa para poder jugar sin parar durante cinco o seis días. Ahora, ¿existe realmente una dependencia o es simplemente una afición?
Los videojuegos son un blanco de ataque en muchos aspectos, especialmente por la forma en que son tratados por los medios. Se los tacha de fomentar la violencia, el carácter huraño, falta de autoestima, depresión y otras tantas cosas. Nuevamente, todo depende de donde se lo mire y como se utilice. Se sabe que algunos juegos agudizan el pensamiento crítico y mejoran habilidades sociales y capacidades de concentración. Los juegos pueden entrenarnos en el procesamiento de mucha información al mismo tiempo y entrenarnos a abarcar un ángulo visual más amplio. ¿Puede ser una adicción? Pues eso ha estado sobre mesa de estudio. Un equipo de expertos se ha dedicado a analizar si podría sumarse una adicción a los videojuegos como una enfermedad oficial. Se analizaron datos emocionales y de conducta, incluyendo potencial de adicción. Según dicho reporte, el 90% de los americanos juegan videojuegos y un 15% podría ser adicto, aunque los resultados no fueron suficientes para establecerlo como una adicción oficial.
Y mientras pensamos en los efectos negativos que la tecnología puede tener en las vidas de la sociedad, no podemos ignorar aquellos positivos. Según un informe impulsado por la Universitat Oberta de Catalunya (Proyecto Internet Catalunya) se concluye que los usuarios de Internet son más activos, tienen más amigos, están más implicados en la vida política y tienen menos depresiones (que aquellos que no lo utilizan).
Hay que tener en mente que una afición no es una adicción, y que el afán de la sociedad de construir patologías alrededor de la tecnología puede que no sea más que la necesidad de combatir el temor a lo nuevo y la preocupación de que la tecnología pueda tener más poder que nosotros. Que hay casos específicos de adicción es cierto, aunque son los menos. Más que apuntar al medio hay que enfocarse en los motivos, pues sin duda, de quitarle su elemento de descarga al adicto, sin solucionar su problema base, encontrará una nueva salida para canalizar su compulsión.