En 1982 Atari se propuso crear un videojuego cuyos premios fuesen verdaderos tesoros para sus fanáticos. Con un talismán repleto de piedras preciosas, un cáliz de platino, una corona de oro, una piedra filosofal hecha de jade y una espada de plata con mango dorado e incrustaciones, Swordquest fue un título singular que entregaba premios reales, valuados en 150.000 dólares, a aquellas personas que pudieran completarlo. En Neoteo te contamos la increíble historia del juego cuyo “game over” dolía directamente en el bolsillo.
En 1982 comenzó a gestarse una crisis en la industria de los videojuegos que duraría varios años. La saturación del mercado, una campaña negativa de los medios de comunicación y la aparición de ordenadores personales que le quitaban terreno a las consolas provocó que el flujo constante de lanzamientos comience a detenerse. Incluso, a partir en el año 1983, muchos juegos fueron cancelados y se temió que el mundo del entretenimiento digital estuviese por desaparecer. Por tal motivo, rápidamente los desarrolladores comenzaron a gestar ideas que pudiesen retener un mercado que se debilitaba cada día un poco más. Fue entonces cuando Atari decidió crear la primera saga de videojuegos que entregaba premios reales a sus jugadores, valuados en dólares y que intentaba seducir a sus fanáticos con juegos de ingenio, cómics y pósters mucho mejor logrados que el juego que acompañaban.
Con unos gráficos bastante limitados, la primera parte de Swordquest, Earthworld, vio la luz en el mes de octubre del 82. El cartucho intercambiable de Atari 2600 venía acompañado de una revista que contaba la historia fantástica que “contenía” el juego. Earthworld contaba una historia cuya estructura se basaba en los signos del zodíaco, en el que el jugador debía atravesar diferentes habitaciones recolectando objetos, los cuales, al ser depositados en un orden específico en un lugar especial, brindaban una pista compuesta por dos números, que correspondía a una página y a una viñeta del cómic que acompañaba el cartucho. El usuario debía acudir a aquel recuadro para encontrar una palabra oculta que le permitía concursar por un lugar en un torneo realizado en las oficinas centrales de Atari. Allí competiría durante 90 minutos, junto con otros jugadores, para encontrar la mayor cantidad de pistas en otra versión especialmente diseñada de Earthworld. El ganador accedería al premio mayor: el “Talismán de la Penúltima Verdad”, una joya de oro de 18 quilates, con 12 diamantes y 12 piedras preciosas que representaban los 12 signos zodiacales y una pequeña espada de oro blanco en su frente. ¡Este regalito estaba valuado en 25.000 dólares!
En aquella ocasión, solamente ocho participantes lograron encontrar las cinco pistas correctas, pero fue tanto el revuelo armado alrededor del juego que todo el mundo quiso participar. Cada uno de los títulos subsiguientes se manejó bajo la misma modalidad, pero cambiando su premio. En febrero de 1983 vio la luz la segunda parte de la saga titulada Fireworld, con una estructura basada en el árbol de la vida, cuyo tesoro final era el “Cáliz de la Luz”. Esta copa hecha de oro y platino, con rubíes, zafiros, diamantes, jade y perlas estaba igualmente valuada como el anterior premio: 25.000 dólares (esos son muchos dólares para un juego). Aunque esta vez fueron 50 los contendientes finales solamente uno de ellos pudo hacerse con el botín.
La tercera parte, también lanzada en el mismo mes de febrero, llamada Waterworld, estaba basada en los siete centros del chakra, y nos prometía una “Corona de la Vida” con incrustaciones de piedras preciosas como diamantes, turmalinas, rubíes y zafiros. Sin embargo, su competición final fue cancelada a último minuto. Este sería el principio del fin para Swordquest puesto que la cuarta y última parte de la serie, que llevaría por nombre Airworld, nunca salió a la venta. El proyecto que estaría basado en el I Ching, fue cancelado por la profundización de la crisis en la industria. Su premio final era una “Piedra Filosofal” hecha de jade en una caja de oro de 18 quilates con incrustaciones (esmeraldas, diamantes, rubíes), pero como nunca se realizó este concurso, nada se sabe del destino de aquellos premios.
Pero lo más doloroso fue que jamás se llevó a cabo el torneo definitivo en el que los ganadores de las anteriores ediciones competirían por el tesoro más codiciado: la “Espada del Último Conjuro”, una filosa y espectacular arma blanca con mango de oro y hoja de plata (e incrustaciones, obvio) valuada en 50.000 billetes verdes. Como no se lograron concretar estas últimas competiciones, un mito comenzó a circular por entre los fanáticos de la serie. La historia cuenta que la “Corona de la Vida”, la “Piedra Filosofal”, la “Espada del Último Conjuro”, cumplen la función de adornos en el living del empresario que compró la empresa Atari en 1984, el señor Jack Tramiel. De ser así, sería un verdadero pecado (para nosotros, puesto que lo envidiamos con locura).
Mito, realidad, qué más da, lo único cierto es que los primeros títulos de Swordquest repartieron verdaderos tesoros entre sus fanáticos. Además de brindar una experiencia de juego compleja que incluía diversos formatos, quizás pueda pensarse que este título excedió las verdaderas funciones de un videojuego. ¿Acaso está mal que se les entregue un tesoro real a los jugadores? ¿No es el entretenimiento el mayor regalo que los videojuegos les brindan a sus usuarios? ¿Era Swordquest un gran juego verdaderamente o sólo lo recordamos por sus 150.000 dólares en premios? Correcto o no, hoy nos encontramos hablando de él, a casi treinta años de su lanzamiento. Y eso, es algo que pocos títulos han conseguido. Aquí estaremos entonces, querido Swordquest, esperando por tu regreso… y por tus premios.