¿Quién dijo que la vida del científico es aburrida? Pueden jugar con equipo altamente sofisticado, y pueden realizar impresionantes descubrimientos, incluso estando un poco bebidos en el proceso. Aún así, cualquier cosa que mezcle ciencia avanzada con bebidas alcohólicas definitivamente llama nuestra atención. Un grupo de científicos japoneses ha descubierto que si un material es tratado con ciertos tipos de bebidas comerciales, posee un nivel de superconductividad más alto, en comparación con fluidos convencionales.
Comencemos con algunas definiciones: Un superconductor es un material cuya resistencia eléctrica es muy cercana a cero, dependiendo fundamentalmente de la temperatura a la que se ve expuesto. Lamentablemente, los mejores casos de superconducción que conocemos requieren temperaturas que se acercan mucho al cero absoluto, por lo cual es comprensible la necesidad de encontrar un superconductor que pueda operar a temperatura ambiente, o al menos, que lo haga bajo un nivel de refrigeración comercialmente viable. Si llegara a descubrirse, el impacto será mucho más que espectacular, afectando una enorme cantidad de campos.
Y así es como encontramos al doctor Yoshihiko Takano del Instituto Nacional para la Ciencia de los Materiales en la ciudad de Tsukuba, de la prefectura Ibaraki en Japón. Takano, junto a un grupo de colegas, después de haber estado en una fiesta en la cual el alcohol no fue el “reactivo limitante”, se realizaron pruebas sobre posibles materiales superconductores basados en hierro, específicamente, una variante Hierro-Telurio-Azufre que puede volverse superconductor en contacto con oxígeno o agua. En un intento por inducir superconductividad en el material, se le dio un tratamiento con agua, etanol, y una mezcla de ambos a una temperatura de setenta grados Celsius durante 24 horas. Sin embargo, al utilizar otros fluidos para el mismo tratamiento como vino tinto, shochu y cerveza (un trío más que suficiente para una fiesta), la inducción de superconductividad en el material fue mucho mayor. Los resultados fueron pobres en agua, y de alrededor de un 15 por ciento para la mezcla agua-etanol, pero el número se elevó a un 37.8 por ciento para la cerveza, y un impresionante 62.4 por ciento para el vino tinto.
El descubrimiento lleva algún tiempo publicado, ya que el documento que lo describe tiene fecha de agosto de 2010, pero ha trascendido en estos días. De acuerdo a los resultados, el nivel de alcohol en la bebida no ha sido un factor determinante, y se estima que debido a la rápida oxidación del vino tinto (vino abierto, vino muerto), la bebida actuó como catalizador para enriquecer de oxígeno al material, elevando así su nivel de superconducción. No es la primera vez que escuchamos sobre las importantes propiedades del alcohol en relación con la ciencia y la tecnología (la cerveza puede ser un excelente refrigerante), pero todo se reduce a realizar pruebas adicionales. Si bien no es el superconductor definitivo que estamos buscando, este inusual proceso de inducción puede abrir la puerta a la creación de otros materiales mucho más “amigables” con las bebidas.