En esta época de excesos, la tecnología digital se muestra como el más potente baluarte del avance científico. Y lo confirma con diseños como el de esta memoria, que arrasa de un plumazo todo lo conocido hasta ahora en cuestión de durabilidad. Prometen conservar los datos tanto como dura una montaña. No creemos que nosotros necesitemos tanto tiempo para nuestras pertenencias virtuales pero ¿a que tiene su morbo semejante cifra?
Existen dos parámetros de los sistemas de almacenamiento que los usuarios nos fijamos sobremanera: la velocidad y la capacidad. Todo gira en torno a estas dos variables que te pueden convertir en la persona más feliz o en la más desdichada. Un disco duro con enorme capacidad y elevada velocidad hace las delicias de todo amante de la tecnología. Sin embargo, hay un tercer parámetro que apenas recordamos pero que representa un pilar fundamental en todo sistema de almacenamiento: la durabilidad de los datos. Como vivimos en la era de la inmediatez, sólo apreciamos las cosas que suceden en el momento. No nos paramos a pensar en el futuro ni en las consecuencias que puede conllevar una baja durabilidad en nuestros sistemas digitales de guarda de datos. Eso sí, cuando un día dejan de funcionar, entonces la velocidad y la capacidad pasan automáticamente al olvido más profundo y sólo nos acordamos de mentar a la santa madre del ingeniero que diseñó los dispositivos. Y no es una cuestión baladí. Expertos de todo el mundo se muestran preocupados por lo que han dado en llamar la “edad de la oscuridad digital”, el inicio del aterrador panorama que se nos vendrá encima cuando todos esos dispositivos que hoy nos hacen la vida tan agradable, rindan el alma y obliguen a sus datos a subir al cielo de los benditos.
La catástrofe no puede ser más terrorífica según la pintan algunas de las voces más autorizadas del mundo digital. Tengamos en cuenta que los DVD o CD alcanzan a duras penas los 30 años con sus pistas intactas y una memoria flash tampoco supera esa cifra, por mucho que nos lo han querido hacer creer los fabricantes. Se están diseñando en este momento sistemas ópticos que barren esos rendimientos, pero se encuentran en fase muy temprana de investigación y no parece que vayan a salir al mercado en breve. Imagine que sucederá cuando pasen los años necesarios para inutilizar los dispositivos actuales y no hayamos hecho las correspondientes copias de seguridad.
Sin embargo, llega nuestra salvación con el científico Alex Zettl que, asistido por ese milagro llamado nanotecnología, ha diseñado un nuevo tipo de memoria que promete una capacidad miles de veces superior a lo que existe ahora en el mercado. Pero lo mejor de todo, es que aseguran que la información podrá permanecer inalterable durante mil millones de años. Si, lo has oído bien, una cifra que podría ser la catorceava parte de la edad del universo o la cuarta parte de la edad de la Tierra o dos veces el tiempo que hace que aparecieron las medusas y los primeros organismos complejos. El dispositivo de almacenamiento consiste en una nanopartícula de hierro (50.000 veces más delgada que un cabello humano) encerrada en nanotubo de carbono hueco. En presencia de electricidad, la nanopartícula puede moverse hacia delante o atrás con gran precisión. El 0 sería con la nanopartícula en un extremo y el 1 sería descrito con la nanopartícula en el otro. Esto crea un sistema de memoria programable que, al igual que los chips de silicio, puede registrar información digital y reproducirla empleando el hardware de ordenadores convencionales.
En el laboratorio y en los estudios, los investigadores mostraron que el dispositivo tenía una increíble capacidad de almacenamiento de 1 terabyte por pulgada cuadrada (6,4516 cm2). Considerando que la densidad normal de una memoria Flash varía entre 10 y 100 gigas, el récord obtenido por este nuevo tipo de memoria nanotecnológica desbanca claramente a sus competidores. Su comercialización tampoco se halla cercana en el tiempo, pero nos permite soñar con que, en 5 o 10 años, podamos dejarles a nuestros descendientes las perlas de la sabiduría humana más representativas que resistirán intactas 1.000 millones de años. Si es que para entonces queda alguien para leerlas.