En más de una ocasión me he descubierto a mí mismo activando los subtítulos para entender lo que alguien dijo en castellano, pero la situación es mucho peor si pasamos al inglés. Un número cada vez mayor de angloparlantes se rinde ante los subtítulos al no lograr captar el diálogo de los actores, y la pregunta es… ¿por qué? Un par de años atrás, la gente de Vox nos ofreció una muy buena respuesta, y sigue siendo perfectamente válida hoy. ¿Son los actores, el sonido, o ambos?
Admito que mi inglés para «mantener una conversación» tiene varias fisuras, pero siempre pienso que puedo entender sin ayuda el diálogo de cualquier película o serie… hasta que termino activando los subtítulos. Ahora, lo más interesante es que no soy el único: Las quejas del público por no poder entender lo que un actor dice se multiplican en línea, y alcanza a ambas pantallas. ¿Qué está sucediendo? La gente de Vox salió a buscar una respuesta a principios de 2023, y la encontró gracias a Austin Olivia Kendrick, editora profesional de diálogo y ADR. ¿Lo más interesante? Austin admitió que también activa los subtítulos:
Subtítulos en el mismo idioma: ¿Capricho o necesidad?
El problema es más complicado de lo que parece en la superficie, pero comienza con la tecnología: Los micrófonos de antes no sólo tenían limitaciones técnicas importantes, sino que además forzaban a los actores a «direccionar» sus voces para obtener un buen registro. Hoy, una escena normal posee un promedio de dos micrófonos principales, y cada actor cuenta con su propio «lavalier» escondido para garantizar que nada se escape. Eso significa que los actores pueden adoptar un tono mucho más suave y natural, confiados de que el micrófono capturará su diálogo.
Claro que… «natural» se vuelve una espada de doble filo, y el vídeo cita a Tom Hardy, un extraordinario actor con cierta tendencia a murmurar. Aquí es cuando interviene el editor: Austin describe su trabajo como «hacer cirugía sobre las palabras», pero tampoco es una hechicera. Si un diálogo se encuentra más allá de cualquier magia editorial, es necesario pasar al terreno del ADR, o «Automated dialogue replacement». En esencia, el actor vuelve a grabar la línea afectada bajo un entorno más controlado, sin embargo, el ADR es una herramienta con poco uso en estos días, por una simple cuestión… dinero. Actores, editores, ingenieros, todos deben recibir su parte en esas sesiones.
El siguiente paso es la separación de frecuencias. En otras palabras, «hay que hacer espacio» para que la voz salga limpia, sin interferencias. Entonces, ¿por qué no «aumentar el volumen del diálogo» y ya? Lamentablemente, una edición de ese tipo destruiría el rango dinámico, o sea, el rango entre el sonido más bajo, y el más ruidoso. Una voz baja no puede tener el mismo volumen de una explosión, porque el efecto se arruinaría. Como si eso fuera poco, el rango dinámico arrastra sus límites, y para destacar a un sonido, hay que bajar el volumen del resto, o entramos en clipping y distorsión.
Obviamente, no podemos ignorar las decisiones del director. Sin dudas, el caso más emblemático es el de Christopher Nolan, criticado en múltiples ocasiones por el audio de sus películas. ¿La explicación oficial? Se niega a mezclar audio para salas de cine que no estén a la altura, algo similar a lo que hizo George Lucas en su momento (quien terminó fundando THX junto a Tomlinson Holman para Return of the Jedi). Así llegamos a la pieza más grande del rompecabezas: Muchas de las pistas de audio que escuchamos en series y películas no fueron mezcladas «para nosotros», sino para las salas de cine. Por ejemplo, Dolby Atmos es un monstruo de 128 pistas, pero todo ese contenido debe ser reprocesado (downmix) para 7.1, 5.1, estéreo convencional, e incluso mono.
Para finalizar… altavoces. Los que vienen en televisores nuevos son horribles. Smartphones, tablets, ordenadores portátiles, misma situación. Además de ser ultracompactos, en la mayoría de los casos no apuntan al usuario, pulverizando así cualquier posibilidad de obtener un sonido claro. En resumen, activar los subtítulos es el camino de menor resistencia para solucionar un problema muy complejo, y que no necesariamente desaparecerá en el corto plazo.