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Strategic Defense Initiative: La Guerra de las Galaxias

La Strategic Defense Initiative (SDI,  o Iniciativa de Defensa Estratégica), más conocida como La Guerra de las Galaxias, designa un sistema de armamento de misiles balísticos intercontinentales destinado a defender a los Estados Unidos de Norteamérica en caso de un ataque nuclear. Propuesto en 1983 por Ronald Reagan, implicaba el desarrollo de armas terrestres y espaciales de última tecnología. Algunos de ellos parecían extraídos de una (mala) película de ciencia ficción.

A lo largo de la historia, las flechas y los escudos han sido el centro de las relaciones de poder entre los diferentes grupos de seres humanos. Aquellos que disponían de una flecha capaz de atravesar el escudo enemigo se encontraban en una posición aventajada. El grupo que inventaba un escudo que podía detener la flecha del enemigo, recuperaba la situación de equilibrio u obtenía una ventaja al atacar con su flecha al otro.

La humanidad comenzó a practicar el “arte de la guerra” con piedras y palos. A lo largo de la historia, fue mejorando su tecnología y aprovechando sus avances para idear formas cada vez más eficientes de matar a su oponente. Esta locura se mantuvo a lo largo de los siglos y la carrera entre flechas y escudos se transformó en balas versus blindajes, en cohetes de artillería versus bunkers de hormigón, etc. Pero nada dura para siempre, y más tarde que temprano, y tal vez para desgracia de todos, la humanidad encontró la forma de terminar con este diabólico esquema (cambiándolo por otro peor, claro).

Es el arma de destrucción masiva más eficiente.

Luego de atravesar una sangrienta Guerra Mundial, donde se utilizaron miles de millones de balas de todo tipo, que volaron por los aires escudos y blindajes de lo más variopintos, los científicos descubrieron, finalmente, que esta no era la forma óptima de llevar adelante una masacre. Hacía falta un arma más eficiente, que aprovechara los recientes avances de la física. Como respuesta a los reclamos de los generales, que no querían volver a pasar años en el campo de batalla, al final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos utilizó el arma de destrucción masiva más eficiente que el hombre hubiese tenido alguna vez en su arsenal: la bomba atómica.

Una bomba podía destruir una ciudad grande.

Las armas nucleares

Esto alteró profundamente el esquema de “escudo-versus-flecha” que nos había mantenido entretenidos durante milenios. No era posible poner un escudo, por más tecnología que se aplicase en su construcción, delante de una bomba atómica. Tampoco resultaba demasiado práctico mudar poblaciones enteras al interior de profundas y oscuras cavernas para evitar los bombazos, sobre todo si iban a tener que vivir para siempre allí dentro. La respuesta fue un cambio radical de estrategia.

El razonamiento, increíblemente insano, “si tú me haces polvo, antes de desaparecer me aseguraré de aniquilar todo tu país“. Para poder apoyar esta brillante idea, cada superpotencia en condiciones de hacerlo (básicamente los EE.UU. y la antigua U.R.S.S.) se dedicaron concienzudamente a construir decenas de miles de bombas atómicas, cada una de las cuales bastaba para destruir hasta los cimientos una ciudad grande.

M.A.D.: Mutual Assured Destruction.

Nacía el concepto M.A.D.: Mutual Assured Destruction, o Destrucción Mutua Asegurada en castellano. “Mad“, que en inglés significa “loco” (se trata de una intencionada coincidencia), definía muy bien esta estrategia. El viejo truco de mejorar el blindaje o la flecha, se había convertido en el nuevo “comparemos nuestros arsenales de bombas nucleares“, también conocido como “veamos quién la tiene más larga“.

Pero, y a pesar de haber colocado a la humanidad sobre un polvorín con la más acojonante capacidad destructiva de la historia, que bastaba para destruir varias veces a todas las ciudades del planeta, se decidió ir un poco más allá. Y el esquema del escudo y la flecha quiso hacer su regreso. A dicha iniciativa se la conoció como “La Guerra de las Galaxias

George Lucas inspiró el nombre de la iniciativa.

“La Guerra de las Galaxias”

Inspirados en la película del mismo nombre, que había maravillado a millones de espectadores unos años antes,  “La Guerra de las Galaxias” fue propuesta públicamente en  23 de marzo de 1983 por el actor de cine Ronald Reagan, en ese entonces devenido en presidente de los Estados Unidos. La idea de fondo era cambiar la Destrucción Mutua Asegurada por un sistema de defensa estratégica basado en armas de altísima tecnología, la mayoría de ellas ubicadas en el espacio.

El presidente Ronald Reagan.

El primer invento destinado a formar parte del “paraguas defensivo” que la administración Reagan quiso colocar en órbita fue un láser de Rayos X, activado por explosiones atómicas. En un discurso de la época, el presidente dijo: “Hago un llamamiento a la comunidad científica, la que nos proporcionó el armamento nuclear, para que enfoquen su gran talento hacia la causa de la Humanidad y de la Paz Mundial; para que nos proporcionen los medios de hacer de esas armas nucleares algo impotente y obsoleto.” Parece un poco extraño vincular a las armas nucleares con la paz, pero esa era la idea predominante de la época.

Colección de ICBMs.

Los láseres mencionados estaban destinados a derribar los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) soviéticos, capaces de arrojar múltiples cabezas nucleares sobre los Estados Unidos. Básicamente, se intentaba construir un “escudo” que convirtiese el carcaj de “flechas nucleares” ruso en algo obsoleto. Sin embargo, la comunidad científica dudaba bastante del éxito de este tipo de blindaje. Por ejemplo, el físico ganador del Premio Nobel, Hans Bethe, hizo declaraciones mostrando su escepticismo sobre la posibilidad de que La Guerra de las Galaxias pudiese ofrecer algo que sirviese a la defensa nacional.

El mundo entero hablaba del proyecto.

Las Estrellas de la Muerte del Emperador

Además del mencionado láser de rayos X, los norteamericanos pretendían dotar a su sistema de defensa con otras armas de alta tecnología, todo para evitar que su país fuese destruido en alguna guerra del futuro. Una de ellas consistía en un láser de fluorido de deuterio, también conocido como Láser Químico Avanzado Semi-Infrarrojo (o MIRACL, en inglés). Este exótico y potente láser se probó con éxito en el campo de pruebas de misiles del desierto de Nuevo México, destruyendo un lanzador de misiles Titán.

En 1989 se lanzó un cohete equipado con otro dispositivo que debía formar parte del paraguas defensivo. Era un acelerador de partículas Neutras (NPB). El experimento demostró que estos rayos de partículas invisibles podían operar desde el espacio y propagarse sin que existiesen efectos colaterales inesperados. La idea detrás era reducir la cantidad de residuos nucleares que dejaba cada uso del láser de rayos X.

Una verdadera espada de Damocles.

Otro ensayo, denominado Experimento de Seguimiento de Alta Precisión, o HPTE, consistió en enviar un rayo láser de baja potencia desde Hawái hasta un espejo de 60 cm. de diámetro puesto en órbita por la Lanzadora Espacial Discovery en su misión STS-51-G. Esta experiencia formaba parte de una serie de tecnologías aplicadas a la estabilización, seguimiento y dirección de blancos. El rayo, luego de reflejarse en el espejo, podía regresar a tierra e impactar sobre un blanco con un alto nivel de precisión.

Pero en la iniciativa Guerra de las Galaxias no todo eran rayos de la muerte. Esta verdadera espada de Damocles, destinada a pender sobre la humanidad entera, se caracterizaba por tener una gran variedad de armas en su arsenal. El Programa Guijarros Brillantes, por ejemplo, consistía en una verdadera constelación de proyectiles cinéticos del tamaño de una sandía, capaces de acelerar a altísimas velocidades e impactar contra los misiles enemigos.

Ninguno de los sistemas mencionados hubiese tenido siquiera una posibilidad de éxito si no hubiese dispuesto de una gran variedad de sensores sumamente precisos. En este sentido, se había previsto la instalación de interceptores localizados en módulos orbitales, cuyas primeras pruebas se completaron con éxito en 1988. Pudo demostrarse que el sistema de búsqueda de blancos podía detectar los gases calientes de escape de los cohetes enemigos, y apuntar al cuerpo de los mismos. Esto marcó un hito en los sistemas infrarrojos de búsqueda en las armas antimisil, ya que hasta ese momento no se podía distinguir entre un proyectil y los gases calientes de sus motores.

Afortunadamente, cambios políticos producidos poco tiempo después de que la Guerra de las Galaxias fuese concebida terminaron con la caída del muro de Berlín, y la Guerra Fría llegó a su fin. Hoy día, los militares de EE.UU. se han embarcado en la lucha contra los supuestos terroristas mundiales y, un sistema de rayos láseres colgando sobre nuestras cabeza, tiene bastante poco sentido. Por lo que, prácticamente, ninguno de estos inventos, al menos de manera oficial, ha llegado a implementarse.

Sin embargo, este repaso de las tecnologías que se barajaron como parte del proyecto Guerra de las Galaxias puede servir para darnos una idea de cuáles son las armas que podremos ver en alguna guerra del futuro. Y la cosa no es del todo esperanzadora.

Escrito por Ariel Palazzesi

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