Una de las grandes apuestas de la Casa Blanca a las empresas dedicadas al diseño y desarrollo de energía fotovoltaica durante este 2011 fue sin dudas, la empresa Solyndra. Sin embargo, a pesar de recibir un apoyo financiero del estado por más de 500 millones de dólares (unos 378 millones de euros), a finales de agosto esta empresa presentó quiebra. Hasta aquí la historia y ahora comienza el debate: ¿Es posible que una maravilla de la ingeniería (como se presentaban los paneles Solyndra) puedan sucumbir ante el canibalismo asiático y su abaratamiento de costos? ¿Hubo impericia en el desarrollo sabiendo que no lograrían un producto económicamente competitivo? ¿Fue una estafa a nivel gubernamental? Analicemos el producto (los paneles fotovoltaicos) y tratemos de comprender los motivos de su debacle. De este análisis puede surgir la comprensión de lo que nos sucede a muchos países “tecnológicamente dependientes”.
El diseño de los paneles solares producidos por Solyndra se presenta como una obra de ingeniería muy bien pensada, estudiada y analizada desde múltiples puntos de vista. Su diseño tubular con un revestimiento que le garantiza protección contra agentes externos y, lo más importante, que le ofrece la posibilidad de obtener energía desde los 360° a su alrededor, invita al menos, a un diseño interesante de analizar. Cada panel propiamente dicho está formado por múltiples tubos conectados en sus extremos y que forman una especie de pared donde los tubos están separados, la suficiente distancia, como para dejar pasar luz solar hacia abajo y como para permitir que el sol pueda incidir sobre cada tubo, en forma perpendicular, durante más tiempo del que lo haría sobre un panel plano. La iluminación sobre cada tubo está compuesta entonces por tres fuentes de luz preponderantes: La luz solar directa, la luz reflejada, si el panel se coloca sobre un techo pintado de blanco, por ejemplo, y la luz difusa que puede provenir desde múltiples direcciones, producto de rebotes en estructuras cercanas o tubos adyacentes.
Entre las múltiples ventajas que caracterizan a los módulos solares Solyndra es que, al permitir el paso de la luz entre los “tubos fotovoltaicos”, se los puede utilizar sobre techos donde sea necesario el paso de la luz solar, por ejemplo, en plantaciones o en edificios con entrada de luz natural desde techos traslúcidos, por mencionar dos ejemplos sencillos. Más ventajas se suman al comprender que la suciedad, el polvo y el barro se depositarán en menor cantidad sobre su superficie cilíndrica, necesitando así menor mantenimiento durante el año. Por otro lado, la orientación de la estructura no debe ser crítica, como en el caso de los paneles solares planos, para un mejor aprovechamiento de la radiación solar en forma perpendicular. Este último punto en particular se observa en la especial cobertura intermedia que utiliza los principios de la refracción de la luz para direccionar los rayos entrantes, siempre hacia los tubos interiores fotovoltaicos. Es decir, la luz se desvía de su trayectoria para incidir en el lugar deseado y todo el conjunto se recubre por una capa final de vidrio que resguarda los elementos fundamentales de cada tubo. A los extremos, conectores especiales posibilitan la interconexión de muchos tubos en paralelo para obtener potencias útiles en el conjunto completo.
Pero todas estas virtudes comienzan a desmoronarse cuando el mundo de la economía y de los números se introducen en el ámbito de desarrollo de una obra de ingeniería. Según la propia empresa, los resultados obtenidos apenas superan en un 7% a los paneles fotovoltaicos tradicionales. Por otro lado, Solyndra utiliza di-seleniuro de cobre, indio y galio (copper-indium-gallium-diselenide, CIGS) para el desarrollo del material fotovoltaico, compitiendo en forma directa con el silicio que cada día baja más de precio. Además, desde el otro lado del mundo, la enorme cantidad de subsidios que el gobierno chino hace a sus fábricas para irrumpir en mercados extranjeros, llegaron a marcar una diferencia de precios de un 100%. Sumado a todo esto, las estructuras de Solyndra no están apuntadas al usuario medio o pequeño sino que se requieren de grandes superficies para alcanzar a montar un sistema “mínimamente redituable”. Los productos de origen asiático no caen en un único nicho de mercado como sí lo ha hecho Solyndra y su bajo precio, acompañado de una diversidad enorme de tamaños y formatos, han inclinado la balanza comercial provocando el quiebre de la compañía americana. Dicho en otras palabras, los precios chinos se comieron a Solyndra.
Solyndra 200 Series.
Los planteos, el debate social, cultural y político se nos presentan en este caso como podría sucedernos con una fábrica de banditas elásticas, con una acería o con cualquier industria radicada en nuestra comunidad (la tuya, la mía). Porque las preguntas que nos asaltan son muchas y no tienen una respuesta igual para cada lector que hoy se encuentre con este artículo. Por ejemplo, ¿Porqué somos capaces de dejar morir nuestra industria nacional a manos de un precio más bajo? Antes de que se mal-interprete la pregunta, profundicemos en ella, es decir, entendamos que el futuro de la industria de nuestra región/país, no es algo que le sucede a otros, nos sucede a todos. Por ejemplo, si nadie compra (ni siquiera yo) productos que fabrica la industria en la cuál trabajo, tarde o temprano quebrará y me quedaré sin empleo. Si tuviéramos una industria nacional activa, no tendríamos parados (sin empleo)(al menos no tantos) y la situación económica de los países sería otra. ¿Es impericia de un gobierno no evitar esta invasión que sólo nos perjudica? ¿O es impericia de los diseñadores no comprender, con antelación, que no podrán competir con una economía china subsidiada al extremo? ¿Es negligencia que termina siendo una estafa lisa y llana a los intereses de los ciudadanos?
No por tener la última tecnología robótica y automatizada del mundo, una industria pasa a ser más eficiente. A eso lo comprende cualquier propietario de todo tipo de industria. ¿Será que en Solyndra, la disponibilidad de dinero a discreción desembocó en políticas erróneas de gastos banales o destinados a la implementación de plantas industriales fastuosas y/o faraónicas? Es natural que ante un mundo de alta competitividad en precios, como vivimos hoy, el diseño sofisticado, exclusivo y destacado por sobre el resto, es dominio de unas pocas empresas en el mundo. En ellas, los fieles clientes no se preocupan en pagar muchos billetes de más, por el simple hecho de enarbolar el emblema de la marca. Todos tendríamos ejemplos de este comportamiento social, sin embargo, en la industria de la energía solar, esto no ha ocurrido con Solyndra. Es evidente que en este rubro, los costos de fabricación y la relación costo/beneficio del producto ofrecido, son la clave para tener éxito y los chinos han sido los mejores que han jugado esta partida. ¿Tú que haces a menudo? ¿Defiendes el empleo comprando productos fabricados en tu país? (no pienses sólo en electrónica, analiza desde un bolígrafo hasta un pequeño juguete plástico) ¿O te dejas tentar por las baratijas puramente chinas?