La soledad puede transformarse en el objetivo principal de cualquier persona, o en un sentimiento crónico que destruye la salud mental y física. La diferencia entre «estar» solo y «sentirse» solo es mucho más grande de lo que imaginamos, y a pesar de las notables ventajas tecnológicas a nuestro alcance, el efecto neto de la soledad es muy profundo. Cualquier intento por combatir a la soledad requiere entenderla más a fondo, y para ello, nada mejor que un nuevo vídeo por parte de Kurzgesagt.
Este tema ha pasado por NeoTeo en más de una oportunidad. Ya sabemos que dormir mal nos hace más solitarios, pero muchas personas allá afuera aún ignoran que la soledad puede ser tan perjudicial como fumar un paquete de cigarrillos diario. En algunas regiones del globo, la soledad no sólo posee un perfil crónico, sino que la han convertido en una industria. El ejemplo más contundente es Japón, donde el contacto y la interacción son reemplazados con asistentes virtuales, cápsulas personales de 7.500 dólares, o avatares digitales que transmiten tacto. Ahora, es evidente que la tecnología no ha hecho nada para combatir la soledad. Todo lo contrario: Entre dispositivos móviles y redes sociales, el problema es cada vez más grande.
La soledad, y su efecto en nosotros
También existen diferentes mitos asociados a la soledad. Uno de los más frecuentes es que la soledad afecta a quienes «no saben hablar» con otras personas, pero el concepto de interacción social básicamente no tiene influencia. De hecho, la soledad ha demostrado ser inmune a hipotéticas resistencias como dinero, fama, belleza y personalidad. ¿Por qué? Porque se comporta de forma similar a una función biológica (piensa en «hambre» o «sueño»). Es el cuerpo alertando sobre nuestras necesidades sociales.
En el pasado, el proceso de selección natural favoreció la cooperación y la creación de conexiones. El dolor de la soledad es una reacción evolutiva al rechazo, un aviso para detener y modificar el comportamiento que lleva al aislamiento. Sin embargo, los parámetros sociales han cambiado. El individualismo ganó tracción, las comunidades cedieron su lugar a las grandes ciudades, y los tiempos se aceleraron, pero el sistema de alerta sigue allí. Nuestros cuerpos y mentes no han cambiado demasiado en 50 milenios, y están optimizados para el contacto social.
A esto debemos sumar el componente letal de la soledad. Más arriba hablamos sobre la comparación con un paquete de cigarrillos, pero esa es apenas la punta del iceberg. La soledad nos hace envejecer más rápido, el sistema inmunológico pierde efectividad, el cáncer es más agresivo, y las enfermedades neurodegenerativas avanzan con mayor velocidad. La peor parte es que una vez alcanzada la fase crónica, la soledad se vuelve autosuficiente. El dolor de la soledad comparte mecanismos con el dolor físico. Todo se vuelve una amenaza, parece peligroso u hostil, y al mismo tiempo perdemos precisión al interpretar las señales de otros: Prestamos más atención, pero entendemos menos.
¿Cuál es la solución? Debemos admitir que no es nada sencillo, pero el primer paso para evitar una trampa o escapar de ella es reconocerla. Peleamos con un ciclo vicioso: Una sensación inicial de aislamiento se transforma en tristeza y tensión, que nos hacen enfocar más nuestra atención en los elementos negativos de nuestra interacción con otras personas. Eso a su vez deteriora nuestros pensamientos sobre los demás y sobre nosotros mismos. La defensa ante esto es evitar el contacto… lo que nos aísla aún más. El vídeo de Kurzgesagt sugiere comunicar nuestra soledad. Admitir que nos sentimos solos y no estar avergonzados por ello. Por más que muchos lo nieguen, la soledad es universal.
Otro punto relevante es cuestionar nuestras interpretaciones, porque la tendencia es ver negatividad y agresión en todas partes, cuando en realidad no están allí. Sin embargo, el vídeo acierta al indicar que la introspección puede no ser suficiente, y aquí es cuando interviene la ayuda profesional. Tal y como dice Kurzgesagt, buscarla no es debilidad, sino coraje.