Los astrónomos no cesan de generar noticias. Un grupo de ellos, liderados por Jay Fair, de la Universidad de Leicester, asegura que el destino del Sistema Solar es convertirse –dentro de miles de millones de años- en una estrella con una masa de solo el 12% o 15% de la que tiene actualmente el Sol. Han llegado a esa conclusión luego de observar un centenar de enanas blancas.
Hace poco te contábamos cómo sería la muerte del Sol. Bien, hay nuevos datos sobre lo que será la catástrofe astronómica más importante para la raza humana. Parece que finalmente nuestro Sistema Solar se convertirá –más o menos como se preveía- en una estrella ocho veces más pequeña que el Sol, aunque por supuesto habrá que esperar algunos miles de millones de años para que el acontecimiento tenga lugar. La información proviene de grupo de astrónomos de la Universidad de Leicester (Reino Unido), luego de observar pacientemente unas cien estrellas de las denominadas “enanas blancas”, estrellas relativamente frías y estables. Estas enanas blancas en su “juventud” muy probablemente albergaron sistemas similares al nuestro, cuyos planetas fueron destruidos (o congelados) durante el proceso de evolución y muerte de la estrella.
Se llaman enanas blancas a los remanentes estelares que se generan cuando una estrella, que posee una masa menor a 9 o 10 veces la del Sol, agota su combustible nuclear. Dentro de ésta categoría entran el 97% de las estrellas que conocemos, incluido el Sol. Las enanas blancas, junto a las enanas rojas, son las estrellas más abundantes en el universo. “Hemos observado lo que muy posiblemente sea el destino probable de nuestro Sistema Solar. Muchos de los cuerpos estelares que hemos estado observando son similares al nuestro. Es posible incluso que alguno de ellos haya albergado alguna forma de vida en un momento de su existencia”, declaro al diario The Times Jay Fair, el astrónomo que dirigió la investigación.
Cuando las estrellas como el Sol mueren, su masa aumenta de tamaño hasta cubrir la mayor parte del sistema planetario que la rodea. Cuando el propio Sol comience este proceso, dentro de aproximadamente cuatro mil millones de años, tendrá un tamaño similar a la órbita de Venus, o incluso algo mayor. Pero luego de esa etapa de crecimiento, y a consecuencia de haber agotado prácticamente todo su combustible nuclear, se convertirá en cuerpos mucho más pequeños, a los que los astrónomos llaman enanas blancas. Se trata de un estado estable, y las estrellas que llegan a esa etapa pueden mantenerse brillando débilmente duran miles de millones de años más.
El equipo de trabajo liderado por Farihi ha encontrado “claras evidencias” de que entre el uno y el tres por ciento de las enanas blancas observadas “han albergado sistemas solares, con planetas cometas y asteroides orbitando alrededor de la estrella central” antes de haber llegado al estado actual. También han corroborado que estas estrellas frías contienen atmósferas, compuestas básicamente de hidrógeno y helio, aunque en algunos casos se han observado trazas de elementos más complejos como el calcio o el magnesio. Los investigadores sugieren que el origen de esas tenues atmósferas se encuentra en la lluvia de polvo procedente de los planetas y asteroides destruidos arrasados en las últimas fases de la evolución estelar, cuando se produce el crecimiento de la estrella.
Farihi, en una conferencia ofrecida en la University of Hertfordshire afirmó que “no podemos asegurar cuáles son los cuerpos de donde viene el polvo, pero casi con seguridad de trata de grandes asteroides, cometas o planetas”. Como puede verse, las evidencias no hacen más que confirmar los cálculos previos de los físicos. El Sol, finalmente, será una sombra de lo que fue, aunque se llevará con él al resto del Sistema Solar.