Hace un par de días te contamos que algunos científicos del MIT analizaban pruebas que sugerían que el calentamiento global podría tener su origen en la naturaleza misma. Sin embargo, hoy nos enteramos que científicos de la Climatic Research Unit, de la University of East Anglia (UK), dicen haber demostrado que la actividad humana es la que ha causado el calentamiento en ambas regiones polares. ¿A quién debemos creerle?
Como ocurre en muchos otros temas, los científicos tienen opiniones encontradas sobre el verdadero origen del calentamiento global. Todo el tiempo aparecen pruebas que demuestran que tal o cual proceso es el responsable de que nuestro planeta esté destinado a convertirse en un gigantesco baño sauna. El último round de esta “pelea” ha sido ganado por los científicos de la University of East Anglia, que han publicado en la edición online de Nature Geoscience de esta semana un artículo que seguramente será recogido por los diarios de todo el mundo.
Si bien se habían observado a lo largo de las últimas décadas aumentos de temperaturas en el Ártico y la Antártida, no habíamos sido capaces de atribuirlas con seguridad a la influencia humana. En gran medida, esto se debe a la carencia de datos recogidos in situ, algo bastante razonable si se tienen en cuenta las condiciones reinantes en esos lugares. Esta falta de información concluyente había llevado al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en ingles) a la conclusión de que la Antártida era el único continente en el que los cambios de temperatura (inducidos por la actividad humana) aún no se habían detectado.
Ahora, una actualización de los datos referidos a las temperaturas de la superficie terrestre y las simulaciones de cuatro nuevos modelos climáticos, demuestran sin dudas que las temperaturas en ambas regiones polares aumentan, y que sus variaciones no son coherentes con los vaivenes naturales del clima. Según los científicos, estos cambios son directamente atribuibles a la influencia humana.
Esto nos plantea un dilema: ¿a quién debemos creerle? Es decir, si ambos equipos de trabajo se basan en datos aparentemente irrefutables, pero opuestos, hay algo que se debe estar interpretando mal. En realidad, es muy posible que tanto la gente del MIT, que atribuye una parte del calentamiento global al aumento del metano, como los de East Anglia, que atribuyen el calentamiento de la Antártida a la actividad humana, tengan razón. Seguramente, el metano aporta un granito de arena a los gases que los humanos liberamos a la atmósfera, y juntos provocan los aumentos de temperatura que se registran en todo el planeta, polos incluidos.
En definitiva, de eso se trata la ciencia. Recoger pruebas, elaborar hipótesis, y luego ver si esas teorías se sostienen cuando aparecen nuevos datos. Si seguimos en esta senda, podremos determinar exactamente qué hacer para mantener nuestro planeta saludable (y, por lógica, a nosotros mismos).