Lavar nuestras manos con agua segura y jabón abundante es la primera recomendación que escuchamos en casi todas las campañas de prevención de enfermedades como la gripe. Sin embargo, el simple hecho de presionar el botón de un secador de manos dentro de un baño público puede tirar por el caño a esa prevención. La idea del secador de manos como «bomba bacteriana» lleva varios años entre nosotros, y ahora se suma un nuevo estudio publicado por investigadores de la Universidad de Connecticut, que confirma su capacidad de distribución de bacterias, incluyendo las que no se originaron en los baños.
Terminas de meditar sobre los misterios del universo en el trono, te lavas las manos, vas al secador de aire caliente (porque es la única opción disponible) y presionas el botón. La bestia te deja seco en cuestión de segundos, y más allá del ruido (algunas unidades son un atentado a los oídos) no se siente tan mal, pero ese no es el objetivo detrás de su existencia, sino ahorrar dinero. Los fabricantes de secadores se han encargado de compartir datos que sugieren un gasto de miles de dólares por año en toallas desechables, cuando el secador de manos requiere apenas una fracción de ese costo en electricidad. Al mismo tiempo, los secadores son presentados como una alternativa más «ecológica» porque no se consume papel, pero al solucionar un problema crearon otro: Los secadores son distribuidores de bacterias por excelencia.
Un reciente estudio proveniente de la Universidad de Connecticut revela que los investigadores colocaron varias placas de agar en los baños de la universidad por dos minutos con el aire «quieto», y expuestas al secador por 30 segundos a 30 centímetros de la boquilla. En el primer caso descubrieron que el promedio de formación de colonias estuvo entre 0 y 1, mientras que el disparo de los secadores lo ubicó entre 18 y 60 colonias por placa. La instalación de filtros con características HEPA en los secadores logró reducir en cuatro veces el conteo bacteriano, y un detalle a tener en cuenta es que algunos de los gérmenes no se originaron en las boquillas de los secadores, sino en los baños y sus cercanías, ya que obtuvieron resultados similares instalando pequeños ventiladores esterilizados para mover el aire.
Eso nos lleva al que probablemente sea el aspecto más perturbador: Los investigadores descubrieron rastros de la bacteria Bacillus subtilis PS533, una cepa de laboratorio resistente a la kanamicina. La palabra clave aquí es «laboratorio»: Los baños utilizados en el estudio se encontraban cerca de un espacio enfocado en el análisis de B. subtilis PS533. Los secadores se encargaron de esparcir las esporas de PS533, y su presencia fue detectada incluso en baños que no compartían edificio con el laboratorio en cuestión. Esto equivale a una señal de alarma para todas aquellas instalaciones que deben limitar la contaminación bacteriana.