La palabra cyborg está formada a partir de las palabras inglesas Cybernetics organism (organismo cibernético). Define a un organismo biológico con algunas capacidades mejoradas utilizando alguna tecnología artificial.El término fue acuñado en 1960 por Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline para referirse a un ser humano mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. Sin embargo, la tecnología nos va proporcionando cada día elementos que nos arriman a esta definición, aquí mismo, en la Tierra. Por ejemplo, una persona a la que se le haya implantado un marcapasos podría considerarse un cyborg, dado que sería incapaz de sobrevivir sin ese componente mecánico.
En la ciencia ficción encontramos muchos autores, generalmente dentro de la corriente denominada “cyberpunk”, que han descrito implantes que algún día serán realidad. Quizás el caso más emblemático sea el de Molly, un personaje de “Neuromante”, la novela de William Gibson.
Molly tiene varias modificaciones especiales en su cuerpo que le ayudan a realizar su trabajo de ninja a sueldo: gafas de espejo injertadas en las cuencas oculares y conectadas al nervio óptico, que le permiten ver de noche, además de otras funciones integradas (hora, datos, etc.); unas cuchillas retractiles de acero que se proyectan desde debajo de sus uñas; implantes en su sistema nervioso para afinar sus reflejos, etc.
Todo esto no está tan lejos. Un ojo biónico aplicado quirúrgicamente en la retina ha permitido recuperar parte de la visión a seis pacientes ciegos, hace pocos días. Consiste en una pequeña cámara instalada en la montura de unas gafas que transmite las imágenes, transformadas en una red de 16 señales eléctricas que se envían directamente a las terminaciones nerviosas de la retina. Los pacientes son capaces de diferenciar objetos como una copa, un plato y un cuchillo. También pueden determinar en qué dirección se mueven unos objetos situados ante ellos. Puede parecer algo pobre frente a las gafas de Molly, pero también los ordenadores de hace 20 años parecían lentos armatostes.
Un grupo de médicos argentinos logró con éxito un implante artificial de tronco cerebral en una niña de dos años. Es la primera vez que se realiza una operación de este tipo en el continente americano. La paciente nació sin cócleas ni nervio auditivo. Por tal motivo, los facultativos le colocaron un dispositivo que transforma el sonido en impulsos eléctricos. A principios de este mes, los médicos conectarán este aparato al cerebro por medio de unos electrodos, por lo que la paciente escuchará por primera vez.
En cuanto a los miembros, existen prótesis bioeléctricas, que mediante sensores aplicados a la piel del brazo gobiernan una mano artificial. O pacientes que han recibido implantes de microestimuladores para que puedan mover sus brazos paralizados por algún derrame cerebral.
Como leímos en NeoTeo, Cameron Clapp, un estadounidense de 19 años, corre, juega al golf y nada. Pero no tiene más piernas que dos prótesis llamadas C-Leg en lugar de piernas. Ya hay 90 españoles que utilizan este artilugio de fibra de carbono, aluminio, titanio y plástico. Incorpora una rodilla hidráulica controlada por un chip de la misma manera que el cerebro controla los músculos. La prótesis puede adaptarse al terreno y corregir los movimientos hasta 50 veces por segundo. Usa un programa que maneja algoritmos que se basan en miles de maneras de caminar. El chip ayuda a la pierna a ajustarse a diferentes condiciones, como bajar escaleras o girar súbitamente. En la pagina web de la Asociación de Amputados en España puede leerse “Es el sueño de casi todos los amputados, aunque pocos pueden pagar su precio, en la actualidad, 24.000 euros”.
El cerebro, que históricamente era un bastión intocable, ya se beneficia de la tecnología. En los pacientes con la enfermedad de Parkinson, la terapia con electrodos en el cerebro comenzó hace más de 10. Al principio utilizó para combatir los temblores, pero luego cambió el lugar del cerebro donde se ponen los electrodos para tratar otros síntomas. En la operación, con el paciente consciente, se implantan los electrodos en el cerebro y se llevan las conexiones hasta la batería, que suele estar en el abdomen junto al controlador de las descargas, que se puede programar con otro aparato que se coloca encima de la piel. Hay más de 30.000 personas con estos implantes.
También se puede actuar a lo largo de la médula espinal para evitar el dolor. “Parece que las descargas ocupan la médula, e impiden que la señal nerviosa de dolor llegue al cerebro”, dicen en Medtronic, la empresa líder del sector. Más del 11% de la población sufre algún tipo de dolor crónico, aunque no todos los tipos son susceptibles de ser tratados así.
Todos los ejemplos comentados se refieren a mecanismos o prótesis para intentar recuperar alguna función organica que se encuentra disminuida o se ha perdido. Pero está claro que no pasará mucho tiempo para que los “remiendos” sean más poderosos que los órganos, sentidos o miembros que reemplazan, y que personas completamente sanas quieran realizar alguno de estos implantes para obtener una visión ampliada, mejor rendimiento físico o lo que se nos ocurra.
Además, no es lógico que nos contentemos con imitar la naturaleza, cuando podemos mejorarla. Solo disponemos de cinco sentidos, pero no es muy difícil imaginar sentidos nuevos, basados en la electrónica. Un sistema de comunicaciones podría fácilmente ser implantado en el cuerpo humano. Tecnologías como WiFi o bluetooth nos permitirían “conversar” con amigos aunque no estén cerca de nosotros. Combinando la tecnología del “ojo biónico” y una conexión inalámbrica a internet podría transformar radicalmente la forma en que nos informamos, comunicamos e interactuamos con los demás.
El sistema GPS, las comunicaciones inalámbricas, la telefonía móvil, la miniaturización de los circuitos integrados y los avances en medicina pueden hacer en pocas décadas que el Homo Sapiens deje paso al Homo Cyborg. Y no es ciencia ficción.