El 15 de agosto de 1977, el radio observatorio Big Ear de la Universidad del Estado de Ohio detectó una señal que cambió para siempre la búsqueda de inteligencia extraterrestre. El astrónomo Jerry R. Ehman descubrió el registro de la señal a los pocos días, y quedó tan impresionado que escribió «WOW!» a su lado, esencialmente bautizando al evento. Fueron apenas 72 segundos, pero más de cuatro décadas después, la comunidad científica aún tiene dudas sobre su origen. ¿Acaso fue una creación terrestre, o algo allá afuera trató de contactarnos…?
La historia comienza en el año 1959, cuando dos físicos de la Universidad Cornell, Philip Morrison y Giuseppe Cocconi, publicaron un estudio sugiriendo que una civilización extraterrestre con la intención de comunicarse vía radio probablemente utilice una frecuencia de 1420 megahertz, siguiendo la línea espectral natural del hidrógeno, el elemento más abundante del universo (y por extensión, familiar para cualquier especie avanzada).
14 años más tarde, con la finalización del programa «Ohio Sky Survey», la Universidad del Estado de Ohio decidió reasignar a su radio observatorio Big Ear (desactivado en 1998) a tareas SETI, búsqueda de inteligencia extraterrestre. En 1977, el astrónomo Jerry R. Ehman era uno de los voluntarios en ese programa, y su trabajo se concentraba en el análisis manual de datos procesados con un ordenador IBM 1130 y una impresora. A las 22:16 del 15 de agosto (02:16 UTC), Ehman descubrió una señal a la que sólo pudo representar de una forma:
Desde un punto de vista técnico, la cadena 6EQUJ5 no es un mensaje codificado en la señal (algo que se ha repetido erróneamente hasta el cansancio), sino que describe las variaciones en su intensidad. La escala es fácil de analizar: Un espacio en blanco representa una intensidad entre 0 y 1, del 1 al 9 equivale al número correspondiente, y a partir de intensidad 10 se utilizan letras. El pico máximo de la señal WOW! (y por extensión, su elemento más importante) es la letra U, con una intensidad 30 veces superior a la del ruido de fondo.
Como si eso fuera poco, la frecuencia reportada (incluyendo diferencias en los informes y el margen de error en un oscilador) fue de 1420.4556 +/- 0.005 MHz, quedando apenas por arriba de la línea espectral del hidrógeno. En lo que se refiere a su ubicación celestial, ciertas características en el diseño de Big Ear impidieron su identificación precisa, ya que sólo uno de sus dos cuernos de alimentación detectó la señal, y el método de procesamiento de datos no tenía la capacidad de determinar cuál de los dos fue. Los cálculos sugieren dos posibles orígenes al noroeste del cúmulo globular M55, en la constelación de Sagitario. La estrella más cercana de dicha constelación es Tau Sagittarii, a 122 años luz.
Entonces, ¿cuál es la mejor hipótesis? Lo primero para destacar es que todos los intentos por volver a localizar algo similar a la señal WOW! fueron en vano. En su momento, Ehman creyó que la señal se originó en la Tierra y «rebotó» en una pieza de chatarra espacial, pero aún así es algo improbable, ya que la banda de 1.420 MHz es parte protegida del espectro (reservada para usos astronómicos), y ningún transmisor terrestre puede utilizarla, aunque eso no descarta la posibilidad de un experimento militar o similar. En 2016, un profesor llamado Antonio Paris propuso que la nube de hidrógeno de dos cometas, 266P/Christensen y 335P/Gibbs, que estaban en la misma región del cielo, pudo haber sido la fuente de la señal WOW!, pero tanto el equipo original de Big Ear como otros astrónomos rechazan esa hipótesis.
Celebrando el 35to. aniversario de la señal WOW!, el radiotelescopio de Arecibo (qué finalmente será desmantelado después de los masivos daños que sufrió este año) envió en 2012 una señal en la dirección general de WOW!, con un total de 10.000 tweets a petición de NatGeo, usando 20 veces la potencia disponible en el mejor transmisor comercial…