Los científicos se las prometían muy felices con los últimos descubrimientos que apuntaban a la posibilidad de que en nuestro satélite existiera buena cantidad de agua en forma de hielo. Sin embargo, una vez analizados los datos del impacto de una sonda contra un cráter lunar se ha llegado a la conclusión de que aunque existe bastante agua en la Luna, tiene la pega de que está mezclada con bastante mercurio (muy tóxico) y otros metales como la plata y el oro. Esto no debe ser un impedimento para la conquista lunar, pero pone algunos obstáculos en su temprana consecución.
Las probabilidades de que podamos colonizar la Luna con cierta facilidad pasan por la necesidad de que exista agua a la que acceder de manera sencilla con nuestra tecnología actual. Recientes investigaciones sobre nuestro satélite habían determinado que había suficiente agua en forma de hielo como para satisfacer nuestras ansias de conquista espacial. Sin embargo, científicos de la NASA han terminado de analizar los datos que la sonda LCROSS ha proporcionado cuando la estrellaron contra la superficie para así poder observar las trazas de materiales que se desprendían por el impacto. Un experimento un tanto violento, pero muy necesario para poder establecer con exactitud la cantidad de hielo que permanece oculto bajo la costra de roca y polvo de nuestro querido satélite.
Un año después de aquellos primeros análisis, los científicos de la NASA se han encontrado con que una observación más detallada de los resultados les ha llevado a la conclusión de que en realidad, la presencia de agua en el cráter Cabeus representa apenas el 5.6 % del total de la oquedad donde impactó la nave. Esto no apaga las esperanzas de los científicos, puesto que deducen que si el líquido elemento compone más del 5% del polvo lunar entonces el área a diez kilómetros a la redonda del impacto contendrá al menos 4.000 millones de litros de agua" (suponiendo que exista la misma proporción de agua en la zona).
El problema sería filtrar el agua de entre tanto mercurio encontrado (muy tóxico) y esto quizá pueda entorpecer las posibilidades de situar al satélite como un entorno relativamente amigable. También se han hallado trazas de otros metales como plata, oro y magnesio, así como otros compuestos químicos como dióxido de carbono o amoniaco, aunque en cantidades irrisorias que no valdrían para convertir la Luna en una mina de reservas explotables. De todos modos, los científicos están contentos porque afirman que, con el agua que se estima presente en los alrededores del cráter, se podrían mantener 1000 colonos durante 500 años viviendo sobre la superficie lunar.
Para explicar estos descubrimientos los científicos tuvieron que estrellar una nave contra el suelo de la Luna. Con este poderoso impacto, consiguieron levantar una nube de material que alcanzó un kilómetro de altura y cuyos componentes pudieron ser analizados a la luz solar por una sonda que había sido diseñada para ello. El agujero producido medía casi 30 metros de diámetro por 2 de profundidad. La cantidad de materia dispersada se calcula en unas 5 toneladas, de las cuales se midieron unos 155 kilogramos de agua y hielo. El cráter donde ha sido enterrada la nave se encuentra en una zona donde jamás le ha llegado la luz del sol desde hace miles de millones de años. Es, por tanto, un sitio perfecto para investigar los elementos volátiles que por impacto de sucesivos meteoritos se han ido depositando en estos cráteres de eterna sombra.