La NASA exploró el concepto de zapatos con cohetes a mediados de los ’60, en un intento por optimizar la movilidad de los astronautas durante sus caminatas espaciales. Lamentablemente, los diseños iniciales nunca salieron de la fase de prototipo, pero la idea hizo clic entre los fabricantes de juguetes que salieron al mercado a toda velocidad buscando tentar a la próxima generación de astronautas. Esa carrera dio lugar a productos como los Rocket Shoes, hechos con una combinación de plástico, metal, y tres resortes enormes bajo cada suela.
La necesidad de «caminar en el espacio» aún estaba muy fresca durante la Carrera Espacial, pero la NASA entendía muy bien que los astronautas requerirían alguna clase de asistencia para moverse a través del vacío. Uno de los primeros desarrollos estuvo a cargo del ingeniero John D. Bird, quien básicamente propuso instalar cohetes en los pies de los astronautas.
Esto tenía mucho sentido: El ser humano pasa buena parte de su tiempo parado, entonces, ¿por qué no aprovechar esa orientación natural en el espacio? El resto sería cuestión de entrenar a los pilotos para controlar al sistema usando los dedos de sus pies, con el beneficio añadido de mantener las manos libres.
De más está decirlo, también existía la posibilidad de una variante comercial en el futuro cercano. Al final, la NASA se inclinó en favor del módulo AMU, que a su vez se transformó en el actual MMU, y que no vio acción real hasta la llegada de los transbordadores espaciales. La versión para el público jamás sucedió, pero los más pequeños de la casa (entre 7 y 12 años para ser precisos) podían obtener una «experiencia similar» a la caminata lunar con un par de «Rocket Shoes».
Tres resortes gigantes conectados a una suela con tres tapones de goma, y un cuerpo de metal y plástico para recibir al pie del pequeño, quien debía estar bien calzado. Admito que no es difícil imaginar varios tobillos doblados con esos zapatos, pero además valían cerca de seis dólares, unos 40 dólares ajustados por inflación. Si alguien lanzara un producto así hoy, probablemente no duraría diez minutos en las estanterías…
Fuente: Vintage Everyday