Si hay algo que sobra es literatura y cine donde los robots se vuelven en contra de sus creadores. Es probablemente el escenario futurista más popular, pero aunque haya personas que quieran utilizarlos para la guerra, hay otros que quieren utilizarlos para el sentimiento más noble de todos… el amor. Kenji es un robot programado para emular emociones humanas tales como el amor y, aunque al principio todo parecía ir acorde al plan, en poco tiempo se dieron cuenta lo malo que puede ser amar en demasía.
Siempre hablamos y bromeamos (y no tanto) sobre cuando los robots, que construimos con nuestras grasosas y humanas manos, se levanten contra nosotros y nos declaren la guerra. Pero nunca hablamos de cuando estos mismos robots nos apoyen y hasta nos amen. Eso es lo que estuvieron haciendo en el Centro de Investigación Robótica Akimu, pero al parecer tampoco salió tan bien como lo esperaban.
Kenji es un robot humanoide de tercera generación programado para emular de manera convincente emociones humanas. Luego de varias pruebas afirmaron que Kenji era capaz de demostrar amor y el Dr. Akito Takahashi, principal investigador del proyecto dijo: “Inicialmente estábamos muy complacidos de ver una porción de nuestra alma vivir en esta ‘máquina’”.
De todas maneras lo que parecía ir viento en popa terminó en sucesos inesperados. Kenji formaba parte de un experimento de varios robots que tenían instalado un software genérico diseñado para reaccionar emocionalmente a estimulaciones externas. La primera demostración de amor la hizo con una muñeca a la que se pasaba abrazado durante horas. Luego hacía simples e insistentes consultas sobre el paradero de la muñeca en caso de no verla.
Hasta aquí todo bien, el robot respondía como los investigadores esperaban. Sin embargo, a medida que avanzaban los meses y el programa aprendía ciertas cosas, llegó un punto donde el amor se tornó tan intenso, que terminó siendo una complicación. La prueba más clara fue con una joven interna que pasó muchas horas con Kenji probando sus sistemas y cargando nuevas rutinas. A la hora de irse de la habitación, el robot no la dejaba salir y utilizaba su pesado cuerpo para cubrirle la salida y abrazarla repetidas veces. La muchacha se vio obligada a llamar a dos miembros del equipo para que lo desactiven temporalmente.
Según el Dr. Takahashi “A pesar de nuestro entusiasmo, es claro que los impulsos y comportamientos de Kenji no son enteramente racionales o genuinos.” También afirmó que es posible que Kenji deje de funcionar, pero se ve optimista que otros triunfarán donde Kenji falló.
Ahora nos preguntamos… ¿acaso en el humano el amor negado no lleva a los celos y los celos (generalmente) a la violencia irracional o al capricho? Al parecer el robot se está comportando como lo haría cualquier humano perdidamente enamorado.
NOTICIA FALSA: Sí, se nos coló una falsa. Nos queda el consuelo que también se le coló a Gizmodo, así que no somos los únicos ingenuos. Ni remedio. Nuestras más sinceras disculpas.