Un robot puede ser controlado manualmente o programado para realizar tareas sin asistencia directa, pero cuando hablamos de un robot que puede interpretar las órdenes mentales de una persona, no nos referimos a una interfaz futurista, sino a algo que podría convertirse en una herramienta muy importante para aquellas personas que sufren de parálisis u otra forma de movilidad reducida. En una reciente demostración del Instituto Federal de Tecnología en Lausanne, un paciente con parálisis parcial logró controlar los movimientos de un robot utilizando su propia mente, con una distancia de cien kilómetros entre ambos.
Toda asistencia que la tecnología pueda brindar a personas con movilidad reducida o nula es bienvenida. Mientras que en algunas regiones del mundo todavía se lucha por cosas elementales como la creación y el mantenimiento de puntos de acceso que permitan el traslado de estas personas (siguen faltando rampas y elevadores, por ejemplo), en otras latitudes se explora la aplicación de la robótica para extender la capacidad de interacción de quienes sufren cuadros avanzados de parálisis. En muchos proyectos se dependía de que la persona afectada aún contara con cierta movilidad en alguna parte de su cuerpo, o en el caso del buscado control mental, se necesitaba la intervención de implantes invasivos en el cerebro.
Sin embargo, en esta oportunidad sólo fue necesaria una gorra con electrodos integrados y dos ordenadores portátiles. La demostración fue realizada por científicos del Instituto Federal de Tecnología en Lausanne (Suiza), con la participación de Mark-Andre Duc, un paciente en el hospital del pueblo suizo de Sion, a unos cien kilómetros de distancia. Usando la gorra, Mark-Andre fue capaz de “imaginar” que levantaba sus dedos (el paciente sufre de cuadriplejia parcial). El pensamiento fue rápidamente interpretado por el ordenador portátil, transmitiendo la orden a un pequeño robot ubicado en el laboratorio. Uno de los desafíos más importantes que deben enfrentar los científicos es la interferencia provocada por otros factores como por ejemplo el dolor del paciente. Para evitar que el paciente deba realizar un “exceso de concentración”, las órdenes al robot se aplican por fases. A modo de ejemplo, si se le ordena al robot que avance, se ejecutará la orden hasta que se indique lo contrario, o encuentre una barrera que no pueda superar.
El robot en cuestión es un avance relacionado con otro proyecto que busca controlar una silla de ruedas con la mente. En aquellos casos en los que el paciente no se pueda trasladar con su silla, se podría considerar la utilización de “avatares” para otorgar presencia virtual y capacidad de interacción. Lamentablemente, el tiempo es uno de los mayores enemigos para esta clase de proyectos, y cualquier versión del tipo comercial deberá enfrentar aún varios años de pruebas y desarrollo. De todas maneras, lo aprendido aquí puede estimular el desarrollo paralelo de otras soluciones similares, que con un poco de suerte contarán con intervalos de espera más cortos.