A pesar de las luchas narradas en cientos de novelas de CF, es muy posible que la única manera de conquistar realmente el espacio exterior dependa de una estrecha colaboración entre humanos y maquinas. Al menos, esta es la visión que expone Roger Launius en su libro "Robots en el espacio", recientemente editado.
En la mayoría de las historias de ciencia ficción, los humanos y los robots se encuentran enfrentados. Basta ver películas como "The Matrix" o series como "Battlestar Galáctica" para comprender el concepto. En la vida real también se da esta situación, aunque sin llegar al enfrentamiento físico, debido a motivos económicos. Es común ver como algunos sindicatos se oponen al empleo de robots en las fabricas, alegando que realizan un trabajo que ellos podrían hacer (y cobrar) igual de bien. Y en el espacio, debido a cuestiones de presupuesto, se debe elegir entre emplear astronautas o robots para determinadas tareas.
Esta situación debería revertirse si algún día queremos conquistar las estrellas. Roger Launius, un antiguo historiador de la NASA y profesor de la American University ha presentado un libro que tiene el sugerente titulo “Robots en el espacio”, en el que sugiere que el futuro de la exploración espacial podría muy bien depender de una fusión entre carne y metal. Según Launius, ni los humanos ni los robots conquistarán el universo sin la colaboración del otro.
Un equipo formado por ambas “especies” tendría una muy buena probabilidad de éxito. Si bien un robot puede desempeñarte perfectamente en ambientes decididamente hostiles para los humanos, como el espacio, su inteligencia y capacidad para enfrentar situaciones nuevas es muy limitada. Es posible que los adelantos en Inteligencia Artificial soluciones muchos de estos inconvenientes, pero el cerebro humano acumula millones de años de experiencia y especialización en la labor de encarar problemas, lo que lo convierte en la herramienta ideal para estas tareas.
Muchos científicos y escritores han expresado esto antes. De hecho, el recientemente fallecido visionario de la ciencia ficción, Arthur C. Clarke, cuando describió la primer red de satélites de comunicaciones geoestacionarios imagino operadores humanos a bordo. La realidad demostró que eran innecesarios, pero esto se debe a la absolutamente simple y rutinaria labor que realizan estos satélites. Una nave espacial que debe encontrar un nuevo mundo habitable, por ejemplo, necesita de mucha mas inteligencia de la que hoy puede proporcionar un robot.
Durante la guerra fría, la carrera espacial parecía tener como objetivo el éxito en poner a un humano lo más lejos posible de la tierra. Se idearon (y llevaron a cabo) misiones a la Luna. Miles de científicos dedicaron décadas a resolver el problema de cómo poner un humano sobre Marte o Venus. El nivel de complejidad y el costo de un proyecto semejante hicieron que ni siquiera las superpotencias de la época pudiesen concretarlo. Pero sondas robóticas, construidas a un costo irrisorio (comparado con sus contrapartes tripuladas) bastaron para recoger muestras y tomar imágenes en casi todos los rincones del sistema solar.
Nadie en su sano juicio propondría una misión tripulada por humanos que termine con la muerte de los tripulantes. A pesar de que alguien, en la década del 60, propuso enviar los astronautas a la Luna (algo “fácil” de hacer) y luego ver como hacer para ir a buscarlos (algo que suena muy parecido a “misión suicida), este tipo de misiones son ideales para un robot. Por otra parte, la labor que lleva a cabo el equipo de apoyo de misiones casi rutinarias (como las del transbordador espacial) es indudablemente ideal para ser desempeñada por humanos.
Teniendo, humanos y robots, cada uno sus puntos fuertes y debilidades, lo ideal seria desarrollar misiones que integren ambos elementos a bordo. Los físicamente débiles y mortales humanos aportando la inteligencia necesaria para llevar a cabo la planificación y toma de decisiones, y los fuertes (y eventualmente sacrificables) robots para hacer el trabajo duro.
Es posible que, en caso de que pensadores como Ray Kurzweil tengan razón, la inteligencia artificial que controla estos robots tenga algo que objetar al hecho de realizar misiones robóticas suicidas. Pero aun en este caso seria posible que dicho ente (la inteligencia artificial) quede a salvo a bordo de la nave madre, y que controle remotamente la sonda “descartable”.
Es demasiado pronto, tecnológicamente hablando, para saber si el enfoque propuesto por Launius es correcto o no. Pero al menos suena razonable. Y lo que es mejor, el ritmo impuesto por los avances científicos posiblemente develen la veracidad de este razonamiento en un futuro cercano.