¿Qué tan pequeño puede ser un robot? Los expertos en nanorobótica están trabajando muy duro para averiguarlo. Por otro lado, los insectos sirven como extraordinaria fuente de inspiración, especialmente aquellos que tienen la capacidad de volar. Desarrollar un robot a escala humana es posible, ¿pero qué sucede cuando se quiere hacer un robot volador del tamaño de una mosca o una abeja? La respuesta llega a través de la Universidad de Harvard y su RoboBee. Pesa solamente ochenta miligramos, y no es más grande que un clip de oficina.
A pesar de que siempre tratamos de alejarlas/aniquilarlas de alguna forma, las moscas no dejan de ser algo sorprendente. La velocidad a la que se mueven y su impresionante capacidad de maniobra hace que nos preguntemos cómo es que no se deshacen en el aire. Lo mismo se puede extender a otros insectos voladores como abejas o avispas, aunque observarlas de cerca requiere un poco más de audacia. Si la naturaleza nos brinda ejemplos tan contundentes, es casi inevitable para la ciencia tratar de imitarla. Claro que, es más fácil decirlo que hacerlo. Limitaciones en aspectos mecánicos y de fuentes de energía presentan desafíos muy grandes.
Como pueden observar en el vídeo, el aspecto energético no ha sido resuelto, pero el resto parece estar en muy buen camino. El robot se llama RoboBee, y es una creación provenientes de la Universidad de Harvard. Es el primer vuelo controlado de un insecto robótico, y representa más de diez años de investigación y desarrollo. ¿Por qué tanto tiempo? Porque sólo los más recientes descubrimientos en manufactura, diseño y creación de materiales súper livianos han permitido que se materialice. El movimiento de las alas, que puede ser independiente, depende de dos actuadores piezoeléctricos, que se expanden y contraen a alta velocidad cuando se les aplica un campo eléctrico. De hecho, el RoboBee mueve sus alas 120 veces por segundo, por lo que frente a la lente de algunas cámaras se hacen prácticamente invisibles.
El peso total del RoboBee asciende a 80 miligramos, y su envergadura no supera los tres centímetros. De acuerdo a Robert J. Wood, profesor en la escuela SEAS de la Universidad de Harvard, debieron desarrollar sus propias soluciones para cada uno de los problemas que afectaban al diseño. Los nuevos métodos de fabricación de SEAS han llevado a la creación de una importante cantidad de prototipos, unos veinte en los últimos seis meses. Aunque existen varios destinos teóricos para algo como el RoboBee (desde monitoreo ambiental hasta operaciones de búsqueda y rescate) probablemente su contribución más importante esté en los flamantes mecanismos de fabricación y aplicación de materiales.