A principios de la década de 1980, la tecnología había alcanzado el punto de madurez necesario como para que los ordenadores comenzasen a ser más amigables con el usuario. El “8010 Star Information System”, una estación de trabajo más conocida como “Xerox Star” revolucionó la informática, siendo el primer sistema comercialmente disponible en contar con una interfase gráfica de usuario que utilizaba ventanas, iconos y carpetas, manejados con un ratón, en lugar de las crípticas pantallas basadas en texto. Además, poseía conexión de red Ethernet, servidor de ficheros, servidor de impresoras y correo electrónico. ¡En 1981!.
Mucha agua corrió por debajo del puente entre 1975 y 1980. La tecnología informática avanzó tanto, que fue posible pasar de ordenadores con 256 bytes de memoria que utilizaban llaves y LEDs para comunicarse con sus dueños a una maravilla como el “Xerox Star”, una estación de trabajo de Xerox Corporation que contaba con una interfaz gráfica no muy diferente de las actuales. El Xerox Star marcó un hito en la historia informática, ofreciendo algunas características que solo estarían disponibles en otros ordenadores 10 o 15 años más tarde. Pero comencemos por el principio.
El Centro de Investigación Xerox Palo Alto (PARC, por Palo Alto Research Center) fue creado por la Xerox Corporation en 1970. Tenia como objetivo proporcionar a la empresa un entorno de trabajo que les permitiese desarrollar nuevas tecnologías que -eventualmente- se convirtiesen en productos comerciales. En PARC no existía la clásica presión por desarrollar el producto “A” en un tiempo “X”. Sus investigadores disponían de un enorme grado de libertad, y podían experimentar casi sin restricciones con conceptos y tecnologías novedosas. Así fue como nació el “Alto”, una estación de trabajo desarrollada inicialmente como un ordenador para ser utilizado internamente en Xerox pero que pronto se distribuyo entre algunas universidades.
El Alto era revolucionario. En lugar de utilizar una terminal de texto para comunicar datos al usuario, empleaba una interfaz basada en mapas de bits. Este es el sistema que utilizan todos los sistemas operativos modernos, que al igual que el Alto utilizan iconos, ventanas y un ratón para interactuar con el usuario. Este ordenador era genial -hasta disponía de una interfaz de red llamada “Ethernet” para compartir datos con otros- pero no estaba lo suficientemente maduro como para convertirse en un producto comercial.
En primer lugar, no tenía uniformidad. Cada programa había sido escrito por un grupo de programadores diferente, y a pesar de que funcionaban muy bien, el conjunto carecía de una interfaz común. Y dado que había nacido como una máquina para ser operado por el personal de Xerox, hacían falta sólidos conocimientos técnicos para utilizarlo. A pesar de contar con un procesador de textos (“Bravo”), un sistema de correo electrónico (“Hardy”), un programa de dibujo vectorial (“Sil”) y un editor de mapas de bits (“Markup”), el Alto no era precisamente amigable con el usuario, y estaba lejos de poder ser utilizado en una empresa. Además, carecía de algunos programas indispensables para ese tipo de trabajo, como un gestor de bases de datos o una hoja de cálculo. Pero Xerox sabía que este ordenador podía convertirse en una verdadera estrella, así que en 1977 creó el Departamento de Desarrollo de Sistemas (SDD, por System Development Departament), lo “vistió” con unos 200 desarrolladores -muchos de ellos provenientes de PARC– y le asignó la tarea de diseñar un ordenador con las características del Alto pero que fuese útil en una oficina corriente.
El reto era enorme. Xerox quería automatizar la mayor parte de las tareas de una empresa, y bajo la dirección de David Liddle nació el proyecto “The Office of the Future” (La Oficina del Futuro). Liddle debía crear un ordenador como el Alto, que dejase de lado las típicas “terminales bobas” basadas en texto y que llevasen la informática a todo el mundo. Durante aproximadamente un año, los responsables del proyecto celebraron innumerables reuniones, en las que se fueron definiendo las características que debía tener el sistema. De allí salio el Red Book, una especie de hoja de ruta en la que se detallaba cada pieza del puzzle, incluida la interfaz gráfica y sus principales elementos. A partir de ese momento, cualquier cambio en las especificaciones contenidas en el “libro rojo” necesitaba ser aprobada un equipo de revisión encargado de mantener la coherencia del conjunto. La idea era reproducir en la pantalla un entorno de oficina típico, para que una secretaria sin formación especial pudiese trabajar con el ordenador intuitivamente. WYSIWYG, el acrónimo de “What You See Is What You Get” (“lo que ves es lo que obtienes“) pasó a ser palabra santa en el SDD.
WYSIWYG era la clave de todo. Hasta ese momento, el usuario no “veia” en su pantalla el aspecto que tendría una vez que fuese impreso el texto que estaba escribiendo. El ordenador de Xerox utilizaba letras negras sobre un fondo blanco -imitando una hoja de papel- que gracias a un software denominado “interpress” era duplicado exactamente por la impresora. Interpress era un lenguaje de descripción de página desarrollado previamente en PARC, en el que más tarde se basó Postscript. El resto de la interfaz era muy similar a lo que usamos actualmente: iconos que representaban recursos o documentos, que podían ser abiertos en ventanas utilizando el ratón, y los programas adecuados aparecían automáticamente cuando el usuario hacia “click” sobre el icono de un documento. El parecido con las interfaces actuales no es casualidad. Tanto Apple como Microsoft -como veremos en algún artículo futuro- se inspiraron en el trabajo de Xerox para desarrollar sus productos.
El concepto de “objeto” era el corazón del Star. En este ordenador, todo era considerado un objeto. Desde un documento hasta un carácter, todo se trataba de la misma manera: cuando el usuario hacia clic sobre un elemento, se desplegaba una lista de las acciones –Abrir, Mover, Borrar, Copiar, etc- que podía aplicar sobre él. Estos comandos también podían ser invocados mediante el teclado, casi de la misma manera y con las mismas teclas que lo hacemos hoy, 30 años más tarde. Gracias al Red Book todos los programas utilizaban las mismas teclas y comandos para hacer las mismas cosas, algo que nos parece una obviedad pero que hasta ese momento nadie se había preocupado por estandarizar. Las aplicaciones del Star se programaron con un lenguaje de programación orientado a objetos llamado Mesa, en el que más tarde se basarían Modula-2 y Modula-3. Cada módulo tenia dos ficheros. En uno se especificaban las estructuras de datos, métodos y eventos de cada objeto, y en el segundo se implementaba el código que actuaba sobre ellos. Un rígido sistema de control establecido por Xerox obligaba a los programadores a documentar exhaustivamente cada módulo, y cualquier cambio que se hiciese sobre un módulo requería de la aprobación de los directores del proyecto.
El software desarrollado para el Star planteó un duro desafío al equipo encargado de proyectar el hardware. Dolphin, el nombre en código de la plataforma inicial, pronto resultó inadecuada. A mitad del proyecto, el software era tan exigente que el Star demoraba más de media hora en arrancar. El equipo desarrollo una nueva versión llamada Dandelion, equipado con 384KB de memoria RAM (expandible a 1.5MB), un disco duro de 10MB (posteriormente de hasta 40MB), disquetera de 8 pulgadas, monitor monocromo (blanco y negro) de 17 pulgadas, ratón y conexión Ethernet. Para tener una idea de la potencia de este equipo, basta con recordar que el IBM PC, presentado en Agosto de 1981, con su interfaz basada en texto, disponía de solo 64KB de RAM y -eventualmente- un disco duro de 5MB. Por supuesto, todo esto tenia un precio.
El “8010 Star Information System” se vendía en 16 mil dólares, aproximadamente el triple de lo que costaba un PC. Pero no había sido diseñado para trabajar “en soledad”, ya que su esquema basado en servidores de archivos, servidores de impresión y conexiones Ethernet implicaba que cumplir el sueño de disponer del “sistema de oficina personal” costase bastante más. Un sistema típico equipado con dos o tres Xerox Star, un servidor de archivos y un servidor de impresión costaba cerca de 100 mil dólares. Y si ponías algunas monedas más, podías incluir una impresora láser Xerox y convertir tu oficina en la más geek de la calle. Lamentablemente, el Star no se convirtió en un éxito de ventas. Los motivos fueron varios, pero quizás los más importantes hayan sido su precio y la falta de experiencia de Xerox como proveedor de equipos informáticos. La empresa era líder en el mercado de las máquinas copiadoras, pero según algunos no tenia demasiada idea de como vender ordenadores. Se estima que solamente se vendieron unos 25 mil Xerox Star antes que fuesen retirados del mercado.
Pero a pesar de este fracaso comercial, el Xerox Star fue un ordenador impresionante. Buena parte de la tecnología que han disfrutado los usuarios de ordenadores durante las últimas tres décadas tuvo su origen en esta máquina. El Lisa de Apple, el sistema GEM de Digital Research, la interfaz del Atari ST o el Commodore Amiga, el PostScript de Adobe Systems y hasta el mismísimo Windows se “inspiraron” en el trabajo de Xerox. Cientos de abogados se enriquecieron gracias a los juicios y contra juicios relacionados con los derechos y patentes de estas tecnologías, y casi siempre -debido a la falta de jurisprudencia que había sobre la protección legal de elementos como el software o una GUI– Xerox perdió las batallas. Sin embargo, logró algo muy importante: sentar las bases de la informática moderna. Y eso no es poca cosa. ¿No te parece?