Dos científicos australianos acaban de dar al mundo la solución del inquietante enigma que azota al imaginario colectivo desde los años 60. Grandes desapariciones de barcos enteros sin dejar rastro, aviones que dejan de transmitir para siempre, personas que no han vuelto a ser vistas nunca más. Todo un mundo de misteriosas volatilizaciones que ha generado numerosa literatura sensacionalista tratando de llevar estos sucesos al terreno de lo sobrenatural. Sin embargo, la ciencia, lenta pero implacablemente, ha llegado a la resolución del misterio y golpea las ilusiones de todos aquellos que gustan de los mitos, explicando la realidad de estas desapariciones desde un punto de vista racional y físico.
El Triángulo de las Bermudas es conocido por grandes y pequeños. Forma parte de la cultura de la sociedad occidental desde hace muchos años, porque en aquella región han sucedido extrañas desapariciones que nunca han podido ser explicadas científicamente. Barcos enteros se han volatilizado sin dejar rastro, tanto de pasajeros como de combate. Lo mismo con los aviones, cuyas comunicaciones se cortan de modo abrupto y nunca más se vuelve saber nada de ellos. Igualmente han caído aeronaves comerciales como cazas de guerra, sin distinción. Esta casuística sin explicar ha elevado esta zona a la categoría de leyenda, cosa que han aprovechado muchos para hablar de extraterrestres, anomalías temporales o fuerzas espectrales que afirman son las que han provocado todas estas desapariciones.
Sin embargo, dos científicos australianos aseguran haber resuelto definitivamente el misterio del Triángulo de las Bermudas, que por cierto, no era único en el mundo. Ivan Sanderson ya había identificado varias zonas de similares características donde ocurrían fenómenos extraños aparejados a grandes desapariciones. Estas zonas se ubicaban en un área (más como círculos que como triángulos) del Mar de Japón y otra en el Mar del Norte.
Estos expertos en el fondo marino achacan las desapariciones a la existencia de grandes bolsas de hidratos de metano. Constatan la presencia de antiguos sitios donde se han producido erupciones que generan enormes burbujas de metano que crecen de forma geométrica a medida que ganan altura. Cuando la macro-burbuja llega hasta la superficie hace que cualquier barco que pase por encima pierda completamente sus propiedades de flotabilidad, haciendo que la nave se hunda de pronto y sin dar la posibilidad a sus pasajeros de escapar del desastre. Se trata de una simple cuestión de diferencia de densidades.
Si la burbuja es lo suficientemente grande y posee una densidad suficientemente alta, alcanza también el espacio aéreo para atrapar en vuelo a los aviones que cruzan por su esfera de influencia, provocando igualmente la inmediata precipitación del aparato al fondo del mar, sin posibilidad de predecirlas. Las aeronaves víctimas de estas burbujas asesinas pierden los motores o se les incendian y caen en picado para desaparecer sin dejar rastro ni pista alguna que nos permita deducir que ha sucedido con ellos. El profesor Joseph Monaghan ha investigado la hipótesis con David May, de la Universidad de Monash en Melbourne (Australia) y han puesto a trabajar un avanzado sistema de ordenadores para comprobar su teoría.
El programa, basado en los principios científicos de la dinámica de fluidos, reprodujo todas las variables, entre ellas la velocidad de una burbuja gigante de metano, su presión y la densidad del gas y el agua circundante. Los resultados impresionaron por su capacidad de explicar el fenómeno. Además, la presencia de metano inflamable explicaría también los testimonios de mucha gente que asegura haber visto explosiones o fuentes de luz en la superficie y el fondo del mar que comprende esa región. Todo cuadra a la perfección. La evidencia de este descubrimiento ha sido publicada en un artículo del American Journal of Physics.