Además de los obstáculos impuestos por las contraindicaciones éticas y morales de grupos religiosos, la clonación genética tiene como obstáculo el paso del tiempo y el estado de preservación del material del ser vivo que se quiera “volver a la vida”. Sin embargo, a veces las condiciones se presentan favorables y se dan sucesos como la resucitación de una planta de la Era del Hielo luego de sembrar una semilla contenida dentro de un fruto enterrado por una ardilla y congelado en Siberia hace más de 30.000 años. El próximo paso, un mamífero.
La pregunta por la muerte ha estado en contacto con la experiencia de vida humana desde que la humanidad misma tiene memoria de sí. ¿Qué es la muerte? ¿Cómo es? ¿Qué hay después? ¿Hay algo? ¿Se puede volver de la muerte? ¿Existe la resurrección? Esta pregunta sobre “lo último” y en particular esa última pregunta, ha alimentado tomos y tomos de historias, testimonios y ficciones sobre la resurrección de los hombres y animales, así como de la mayoría de los seres vivos. La resurrección de seres vivos es posible, aunque en casos acotados y de formas muy específicas y reunidas unas propiedades determinadas bastante fortuitas. De esto hemos tenido pruebas cuando, por ejemplo, se resucitó un tipo de planta de palmera de 2000 años de antigüedad. Este lapso entre extinción y resucitación ha sido superado gracias a una investigación de científicos rusos, que utilizando los restos de un fruto con 30.000 años de antigüedad, han logrado resucitar a una planta de la Edad del Hielo.
Se trata de la Silene Stenophylla, un tipo de planta que actualmente se pueden encontrar, con algunas diferencias evolutivas, en diferentes áreas de la tundra siberiana. Según el trabajo que está publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) lo que los rusos lograron fue plantar, hacer crecer y dar frutos a una planta con más de 30.000 años de edad. El estudio surgió desde el departamento de criogenética cuando sus miembros encontraron restos congelados de unos frutos aparentemente enterrados por ardillas en los cuales residían semillas de la planta en cuestión. Luego de los tratamientos de aclimatación y restablecimiento de los tejidos naturales, sembraron la semilla de 30.000 años de antigüedad y al cabo de unos meses tenían a un bello ejemplar de Silene Stenophylla, con las características evolutivas que le correspondían por su herencia genética.
Concluido y celebrado con galardones este éxito este estudio que enseña que el tejido puede conservarse y hasta reutilizarse luego de decenas de miles de años, el objetivo del grupo se hace cada vez más sólido al profundizar la búsqueda de tejidos de animales congelados en la misma zona siberiana del hallazgo de la semilla. Es que el lugar en sí mismo es como la heladera de un embalsamador de animales, pero a 38 metros de profundidad. Allí dentro se encuentran muchos animales de la era del Holoceno y Pleistoceno, como bisontes, ciervos, mamuts, rinocerontes lanudos y ardillas de varias especies extintas. La resurrección a través de la clonación genética podría ser una realidad si se encontrasen tejidos sanos de estos animales congelados y de este depende el estado de preservación en e que se encuentren. Porque el hielo es el hielo, pero 30.000 años son 30.000 años.