Los países desarrollados generan miles de toneladas de basura tecnológica cada día. En medio de una carrera (para algunos sin sentido) impulsada por la publicidad y los intereses de un puñado de empresas, cada pocos meses cambiamos nuestra consola de juegos, teléfono móvil, ordenador, TV, etc. Una cantidad enorme de componentes electrónicos va a parar a la basura.
Según un informe de la EPA (United States Environmental Protection Agency), en los EE.UU. el 1% de los residuos sólidos es basura electrónica. Este término designa a todos los desechos que la sociedad produce al consumir tecnología: equipos electrónicos, generalmente obsoletos que son reemplazados por otros más modernos, y que terminan en el cubo de la basura.
Aunque pueda sonar extraño, la mayoría de los consumidores de estos equipos desconoce (o no le preocupa) el hecho de que contienen elementos altamente tóxicos, que al entrar en contacto con el medio ambiente causan daños irreversibles en su salud. Se puede mencionar el fósforo que recubre el interior de los tubos de rayos catódicos empleados en los monitores o TVs; el plomo, mercurio y cadmio que contienen las placas electrónicas internas de un ordenador, o las sustancias que se encuentran en cualquier batería. Todas las sustancias mencionadas son altamente nocivas para el ser humano, y al desecharse estos equipos pasan directamente al agua, contaminándola con sustancias mortales para la población.
Los fabricantes de gadgets deberían evitar que sustancias toxicas formen parte de sus productos, pero a menudo esto resulta más caro. Por ejemplo, Greenpeace acusó esta semana a Apple de utilizar componentes potencialmente tóxicos en el iPhone. Según se lee en la denuncia, algunas de las partes del iPhone contienen productos (como el bromo) que otras compañías han eliminado hace tiempo en la fabricación de sus celulares.
En algunos casos, las naciones desarrolladas se desentienden de su basura tecnológica enviándola al tercer mundo. Del 1% mencionado en el caso de EE.UU., un gran porcentaje se envía por mar a Asia, donde hombres, mujeres y niños se dedican a separar los componentes para obtener unos gramos de cobre y plomo por 3 euros al día.
¿Te suena a cuento? Sin embargo, es real: una tonelada de restos de ordenadores contiene más oro que 17 toneladas del mineral extraído de una mina, y las placas de circuito impreso son 40 veces más ricas en cobre que la mena de cobre. Claro que extraerlos supone exponer a las personas que lo hacen a vapores de metales dañinos como plomo, mercurio y cadmio. Por eso se buscan países con legislaciones blandas que lo permitan. La Unión Europea ha prohibido este tipo de práctica mediante la Directiva sobre Residuos de Equipamiento Eléctrico y Electrónico, que estipula que cada fabricante cargará con el costo del reciclaje.
Sin embargo, estas medidas rara vez tienen algún efecto sobre la realidad. Se impone buscar una forma efectiva de realizar el reciclaje tecnológico. Y no es tan complicado. En el caso de los ordenadores, por ejemplo, se pueden donar a instituciones educativas de países menos desarrollados, quienes pueden dar uso a computadoras basadas en tecnologías algo antiguas. En caso de que su uso como ordenador no sea posible, aun puede ser empleado como materia prima para la creación de esculturas o hasta ladrillos para construir casas.
En la Fundación Bip Bip (España), por ejemplo, se dedican a recoger ordenadores (con procesadores Pentium II o superiores), a los que les instalan versiones de sistemas operativos donados por Microsoft. Luego, estos equipos que de otra manera hubiesen terminado en la basura son utilizados para la creación de aulas informáticas en hogares, asociaciones y centros de acogida que solicitan participar en su proyecto de alfabetizar y enseñar a nuevos usuarios el uso de Internet y las nuevas tecnologías. En los últimos tres años, han instalado 1930 aulas que han ayudado a 569.964 personas en riesgo de exclusión social a tener más oportunidades en la sociedad actual.
En el caso de las pilas o baterías desechadas, el riesgo de contaminación de las napas freáticas con residuos altamente tóxicos es muy grande. Una de las alternativas para su aprovechamiento puede ser la llevada a cabo en el municipio de Trenque Lauquen, en la provincia Argentina de Buenos Aires, donde se ha construido un anfiteatro al aire libre cuyas gradas están fabricadas con hormigón armado siendo su núcleo las pilas y baterías que los vecinos fueron alcanzando a los centros de reciclado durante varios meses. De esa manera, el mercurio y demás metales pesados se encuentran confinados en el hormigón y no representan un peligro para el agua potable de la ciudad.
También hay mucho que podemos hacer en casa para evitar generar cantidades innecesarias de chatarra tecnológica. Al adquirir algún gadget nuevo, deberíamos intentar elegir los que incorporan una batería recargable en lugar de pilas, y si no es posible, usarlo con pilas recargables. Es esencial prestar atención a la calidad del mismo, eligiendo siempre equipos robustos que puedan durarnos mayor cantidad de tiempo. Es importante evitar la tentación de cambiar nuestros gadgets cada vez que sale una versión más nueva. Muchas veces lo hacemos solamente como respuesta a una campaña publicitaria, ya que no necesitamos las características incluidas en la nueva versión. Y sobre todo, nunca tiremos a la basura los equipos electrónicos que ya no usaremos. Si están en condiciones de funcionamiento, deberíamos donarlos a alguna institución que los haga llegar a quienes pueden sacarle provecho. Y si no funcionan, debemos consultar a las autoridades de nuestra ciudad para saber donde depositar ese tipo de basura.
Sin embargo, no todas son ventajas al reciclar ordenadores viejos. A pesar de que su costo inicial puede considerarse nulo, ya que alguien iba a tirarlo a la basura, se requiere de una logística compleja y costosa para llevarlos hasta sus nuevos dueños. Además, es necesario disponer de personal técnico calificado para armar, desarmar, probar y configurar los ordenadores, y un stock de piezas de repuesto. Estas piezas a veces son difíciles de conseguir, dado que se encuentran discontinuadas por sus fabricantes. A pesar de todo esto, en muchos casos estos equipos pueden ser la única alternativa posible para que instituciones y colegios del tercer mundo puedan conseguir un ordenador.