Perder esos kilos de más puede ser una tarea relativamente lineal con visitas periódicas al gimnasio y un poco de paciencia, o convertirse en una misión titánica, envuelta de frustración. A la hora de analizar el consumo de energía del cuerpo humano, sabemos bien que diferentes acciones registran un uso bastante definido de calorías, ¿pero qué sucede cuando pensamos? ¿Acaso el cerebro quema más calorías frente a una tarea compleja? ¿Podemos borrar esa barra de chocolate devorada a escondidas resolviendo un rompecabezas…?
Dos pequeños «bizcochos con sabor a vainilla» acaban de desaparecer de mi escritorio, acompañados por una taza de té. Definitivamente no se trata de la opción más sana para desayunar, y las 146 calorías (por bizcocho) reportadas en el paquete se clavan como un puñal. ¿Cómo podría borrar ese número? Lo primero que viene a la mente es una sesión de caminadora o de bicicleta fija. Mover músculo y quemar grasa suele ser efectivo.
Ahora, la pregunta es: ¿Existen alternativas? Me refiero a algo que vaya más allá de las «dietas mágicas» y los llamados suplementos que ciertos sujetos insistían en vender a través de la televisión. Por ejemplo: El cerebro humano consume una cantidad significativa de energía, cerca del 20 por ciento del total disponible. Entonces… ¿qué pasa cuando trabaja más duro?
¿El cerebro quema más calorías cuando se lo exige?
Efectivamente, el cerebro consume más calorías, pero una vez que interviene la calculadora nos damos cuenta de que el número final no es tan espectacular. Las necesidades energéticas del cerebro son notables, aunque eso también se extiende a su eficiencia.
Una parte de la energía es invertida en la creación y liberación de neurotransmisores cuando pensamos, y equivale a la quinta parte de una caloría por minuto. Al pensar más, el cerebro requiere una mayor cantidad de sangre, oxígeno, y por supuesto, de glucosa.
Un estudio reveló que frente a tareas mentales más exigentes, los vasos sanguíneos del cerebro se dilatan para obtener glucosa adicional, pero eso no quiere decir que el consumo de glucosa tenga un efecto directo. De hecho, los resultados tienden a ser contradictorios: Una persona que ejercita por 20 minutos en una caminadora (distribuyendo el consumo de glucosa) antes de realizar una tarea se concentra mejor que alguien en descanso.
La diferencia entre el consumo calórico del cerebro en descanso y bajo actividad intensa es poco más de una caloría, o sea que pasamos de unas 0.2 calorías por minuto a 1.5 calorías. El problema es que ese salto sólo dura unos pocos minutos. El acto de pensar quema cada día entre 10 y 50 calorías, por lo tanto, la respuesta para la pregunta original es afirmativa, pero si esperabas bajar de peso a puro Sudoku, deberás buscar en otra parte.
(Del Archivo de NeoTeo, artículo publicado originalmente el 10 de diciembre de 2018)
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