Este es uno de esos casos en los que la frase “antes de que sea demasiado tarde” va como anillo al dedo. Mientras que diferentes milicias alrededor del mundo incrementan sus presupuestos en el desarrollo de robots aptos para hacer la guerra, la capacidad de estos robots para eliminar al enemigo de forma autónoma y sin intervención humana se está acercando. Es por esa razón que Human Rights Watch y la Clínica Internacional de Derechos Humanos de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard han presentado un reporte en el cual se solicita la prohibición total en el desarrollo, producción y uso de armas autónomas.
El Tratado de Ottawa busca prohibir la utilización de minas antipersonales. El Protocolo de Ginebra hace lo mismo con las armas químicas y biológicas, que fue complementos por dos convenciones más. El Tratado del Espacio Exterior prohíbe la instalación de armas de destrucción masiva en órbita. El acuerdo bilateral START-II prohibió los sistemas MIRV durante varios años, hasta junio de 2002. A pesar de la afinidad que posee la raza humana para matar, existen muchos esfuerzos que han prohibido o buscan prohibir armas de determinada clase. Lo último en la línea de investigación y desarrollo de muchos poderes militares alrededor del globo se enfoca sobre robots y armas autónomas. El uso de naves no tripuladas es relativamente común en estos días, pero la diferencia está en que hay un humano en los controles.
La tecnología está avanzando notablemente, y la posibilidad de un sistema capaz de identificar al enemigo, determinar un patrón de ataque y abrir fuego sin intervención humana se está haciendo cada vez más tangible. Con eso en mente, Human Rights Watch y la Clínica Internacional de Derechos Humanos, que pertenece a la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, han presentado en conjunto un reporte llamado “Perdiendo la Humanidad”, en el que se plantea una preocupante discusión sobre la ética (o la falta de ella) a la hora de utilizar armas con esas características. El reporte indica que en el peor de los casos, un sistema de armas completamente autónomo podría estar entre nosotros dentro de treinta años, pero no niega que el tiempo requerido pueda ser menor. Cuanto más avance esto, más difícil será controlarlo, por lo tanto, la petición de HRW es de una prohibición a nivel internacional del desarrollo y producción de estas armas.
Sin lugar a dudas se trata de un tema que generará un gran conflicto. Por un lado, las consecuencias de una falla en un robot con la capacidad de matar por decisión propia pueden ser catastróficas, incluso para la misma fuerza que lo desplegó en combate. Por otro lado, no se necesita mucho para que un robot pueda confundir a un civil con un soldado armado, lo que agrega a la ecuación determinar la “responsabilidad real” detrás de cada muerte. En la otra acera, está el argumento de que con más robots en el campo de batalla, se necesitarán menos humanos arriesgando sus vidas, un factor tentador para que muchos estados con recursos continúen e incluso aceleren dicha línea de desarrollo.