El piloto automático en los aviones suele ser interpretado o visualizado como una especie de comodín perfecto, incapaz de equivocarse. Sin embargo, lo cierto es que todos esos sistemas necesitan a un buen piloto de carne y hueso cerca que los vigile. De hecho, su presencia es fundamental para el funcionamiento seguro del piloto automático. Si la persona detrás de los controles no sabe lo que hace, el piloto automático podría terminar causando más daño que bien…
En los primeros días de la aviación, la atención del piloto sobre los controles debía ser absoluta. Las distracciones y los errores se pagaban muy caro, y el estrés fue en aumento a medida que el alcance de los aviones (con nuevos e impresionantes vuelos de varias horas) comenzó a expandirse. Eso instaló la necesidad de crear un sistema automático que libere parte de la presión del piloto. El primero de esos sistemas fue fabricado por la Sperry Corporation en 1912, y a partir de allí su desarrollo explotó, alimentado por un constante interés civil y militar.
Usando términos (muy) relajados, los pilotos automáticos modernos están divididos en tres elementos principales: Un ordenador que monitorea el vuelo, procesadores de alta velocidad, y una serie de sensores instalados en zonas especiales del avión. Los datos registrados por los sensores son enviados a los procesadores, que a su vez informan al ordenador de la situación.
El ordenador aplica los ajustes necesarios a través de las superficies del avión vía servos, y estos son recogidos por los sensores… repitiendo el ciclo. Esta realimentación mantiene al avión en el aire. Dependiendo de su complejidad, los pilotos automáticos pueden controlar uno, dos o tres ejes (alabeo, cabeceo y guiñada).
Sin embargo, el piloto automático no es más que un intermediario entre el piloto (con sus necesidades específicas) y el avión. Su trabajo es complementar y asistir al piloto, no reemplazarlo. En otras palabras, el piloto vuela el avión «a través» del piloto automático.
Algunos pilotos automáticos son tan avanzados que ya pueden crear sus propios planes de vuelo y aterrizar los aviones en condiciones bastante adversas, pero hay tareas que todavía siguen bajo control humano, incluyendo al despegue y las maniobras de «taxiing». Ante la posibilidad de una falla, por más pequeña que sea, todo lo que debe hacer el piloto es desconectar al sistema y tomar el control directo de la nave.
se comen a la azafata y se emborrachan…